HORARIOS DE EUCARISTÍAS INVIERNO
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9 | sábado | sábado | 9 | 9 | ||||||||||||
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19 | 19 | 19 | ||||||||||||||
19’30 | 19’30 | 19’30 |
Notas: 1. La misa de 9 sólo para los sábados en ambas parroquias.
2. Las Misas en San Roque serán sólo el 1º y 3º domingo de cada mes (Domingos impares)
3. Las Misas en San Isidro serán sólo el 2º y 4º domingo de cada mes (Domingos pares)
Is 35,4-7a: Decid a los cobardes de corazón: “Sed fuertes, no temáis”. Mirad a vuestro Dios…
Sal 145,7-10: Alaba, alma mía, al Señor.
Sant 2,1-5: No juntéis la fe de Nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de personas.
Mc 7,31-37: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.
El corazón no está dispuesto a arriesgar cuando no hay expectativas de victoria. Entonces prefiere conservar lo poco que lanzarse a lo mucho, porque se expone a no quedarse con nada, perdiéndolo todo. Siempre que descubra una amenaza, encontrará un motivo para temer y para evitar dar un paso más allá, donde se prevé el peligro. Hay tantos motivos para la cobardía, porque hay tantos motivos para temer una agresión contra la propia existencia.
¿Quién puede acercarse a un cobarde para darle ánimos sin que sea él mismo un cobarde? ¿Quién no tiene miedo a algo? Los habrá valientes hasta el tuétano, pero la mayoría temblamos ante unas cosas u otras. La vida es demasiado vulnerable y los daños pueden ser múltiples. Pero no por eso renunciamos a animar y alentar a los que tiemblan en exceso, mientras pedimos al Señor que convierta nuestros miedos en un instrumento para una mayor confianza en Él, para un claro reconocimiento de nuestra debilidad y una más clara aún confesión de su triunfo en nosotros. Cuando hay esperanza de Vida plena, el miedo retrocede. Y puede haber esta esperanza, porque confiamos en el Señor.
La profecía de Isaías sonaba mucho a buenos y nobles deseos. No hace daño soñar poniéndole color a los anhelos de mejora y bienestar para todos. De ahí a su cumplimiento… ¡Qué bueno si no hubiera ninguna tara y las diferentes discapacidades se resolvieran con nuevas habilidades! El profeta describe un proceso en el que se revierte todo aquello que deja al ser humano mermado en sus posibilidades. Si aquello que resulta irreversible puede tener solución, entonces hay motivos para la valentía. Pero, ¿y si fuera y discurso de poetas o de ingenuos?
El Evangelio hace carne las palabras de Isaías. Un hombre sordo y mudo es “desatado” por Jesús. Él cumple las expectativas antiguas y hace todo nuevo. Un oído y una lengua trabados imposibilita la comunicación para recibir y transmitir. Esta discapacidad impide saber de otro que no sea uno mismo. Llama la atención que Jesús aparte al hombre sordomudo de la gente. La primera palabra que ha de escuchar es la de Dios que abre las facultades trabadas e imposibilitadas. El “ábrete”, que aparece también en el ritual del bautismo, es una palabra eficaz que hace recuperar lo perdido. Sus gestos recuerdan a la plasmación del ser humano en el libro del Génesis, cuando Dios Padre modeló del barro a su criatura. Las manos de Jesús prolongan las del Padre y confieren renovación de salud. Este poder corrobora que ya no hay motivos para temer, porque hay un autor de la Vida, que vela por ella, protegiéndola para que prospere… hacia la eternidad. “Todo lo ha hecho bien”, hasta hacer lo definitivo de entregar su propia vida para que nosotros tengamos vida.
En la comunidad de que habla Santiago en su carta se delatan sorderas y mudeces. ¿No podremos reconocernos nosotros ahí? Él pone palabra para censurar la incapacidad para contemplar desde la mirada de Dios y no desde tasaciones interesadas. En nuestras valoraciones de las personas descubrimos nuestras taras, lo que cierra nuestro corazón a la misericordia divina, que mira con ternura a todos y tiene predilección por quienes viven más amenazados. Abra Dios nuestras sorderas para oírlo fuerte y contundente; abra nuestra boca para animar al cobarde y hacer de profetas ante las injusticias y faltas de amor fraterno.
Jr 23,1-6: ¡Ay de los pastores…!
Sal 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.
Ef 2,13-18: Reconcilió con Dios a los dos pueblos.
Mc 6,30-34: …Y se pudo a enseñarles con calma.
¡Cuánto le duelen los pastores a Dios! Un día le dolieron y no han dejado de dolerle hasta hoy. Comenzaron a dolerle cuando suscitó en medio del rebaño siervos con servicio sobre diez y cien y mil. Cuando quiso que su gobierno, su enseñanza y su fiesta se acercase al pueblo por amigos que gobernaran, enseñaran y festejaran en su Nombre. Sin embargo pronto usurparon el Nombre de Dios para actuar en su nombre propio. ¡Tanto seduce apropiarse de lo que no es suyo cuando se concede algún poder! Pero no solo olvidaron el Nombre de Dios, sino que lo hicieron olvidar a los demás. Bajo el nombre de pastor están los reyes, profetas y sacerdotes a los que se les dio responsabilidad; le forma singular se le aplicó al monarca, al que desde el destierro se asoció con la imagen de un pastor. A este tiempo parece que podría referirse también el salmo 22. ¡Cuánto le dolieron a Dios las equivocaciones de sus pastores!, porque con sus falsedades, mintieron a todo el pueblo y le causaron extravío.
Dos signos para reconocer a un rebaño sin pastor, o con pastor falso: sus ovejas se encuentran disgregadas, y andan sin orientación, a la deriva. Lo primero es falta de comunión y de conciencia de comunidad, lo segundo ausencia de rumbo y, por tanto de camino. De estos dos males se derivan muchos otros: disputa, enemistad, falta de alimento y agua, enfermedad… La grey de Dios necesita vivir en asamblea
El destierro a Babilonia, episodio en el que se enmarca el pasaje del profeta Jeremías de este domingo, alude a esa dispersión. Fueron los monarcas ineptos, pastores malvados, los que llevaron al pueblo a la ruina de la sumisión y la deportación. Dios se queja de aquellos pastores y anuncia por boca de Jeremías que será Él mismo quien congregue de nuevo a su rebaño y suscitará un pastor que cumpla fielmente con su responsabilidad. Y no solo pastor, sino también salvador, bajo cuyo cayado y vara Israel no temerá y prosperará. La sucesión de nuevos reyes distantes a esta promesa en épocas posteriores fue alimentando en el pueblo la esperanza en el cumplimiento de aquel anuncio que encontraría plenitud en Jesucristo, Buen Pastor.
El evangelista Marcos nos presenta a Jesús como aquel pastor de la profecía. Sus apóstoles no dejan de ser aún aprendices y regresan de la misión que les ha encomendado (en el evangelio del domingo pasado) con el entusiasmo del éxito del trabajo nuevo bien hecho. No solo manda a la labor Jesús, sino que también les procura el descanso a sus obreros, para lo que busca retirarse con ellos a un lugar solitario y tranquilo. Aquí aparecen en escena las personas de este rebaño israelita, que acuden a ellos con distintas necesidades, tantos y tanto que apenas les dejan comer. La solicitud por atender lo que estas personas precisan rivaliza con la necesidad de descanso y alimento. Pero esta tensión se resuelve cuando, desembarcando en el lugar donde esperaban encontrar soledad, ya se poblado había de gente que se les habían adelantado buscando sus atenciones. Es el momento en el que, renunciando al descanso, Jesús los atiende conmovido por verlos “como ovejas sin pastor”. Las prisas por descansar se convierten en calma para la enseñanza.
Se ve aquí a una multitud procedente de muchos lugares que convergen en el mismo sitio, donde han encontrado una referencia y un vínculo común: a Jesucristo, un nuevo pastor, un pastor de verdad. Las diferencias se olvidan, las hostilidades se disipan, porque en Él se halla sosiego y paz, alimento y bebida, camino y meta. La intranquilidad provocada por la desorientación y los malos tratos de los malos pastores provoca con facilidad la agresividad en las ovejas del rebaño. Las distancias quedan superadas en Cristo; los judíos y los gentiles, de los que habla san Pablo en esta carta a los efesios, son reconciliados en este pastor de cruz y resurrección.
Dios sigue requiriendo hoy pastores en los distintos ámbitos donde quiere precisar ayuda humana de responsabilidad sobre otras personas y en esto somos todos un poquito pastores para los demás, y algunos algo más. El Maestro indiscutible de pastores es Cristo, el único Pastor, referencia de los aprendices de pastores. ¡Cuánto tiene que alegrarse Dios por cada pastor que atiende con cuidado a sus ovejas, que son suyas, no del pastor! Porque cumpliendo con su trabajo ellas estarán más contentas y vivirán más cercana la justicia y la misericordia de Dios.
Sb 1,13-15;2,23-25: La justicia es inmortal.
Sal 29,2-6.11-13: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
2Co 8,7-9.13-15: Distinguíos también ahora por vuestra generosidad.
Mc 5,21-43: “Ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva”.
Hubo un día en que estos brazos y estas manos ya maduros tomaron autonomía para sostenerse a sí mismos y hacer y deshacer hasta no necesitar las manos y los brazos de otras vidas que hasta entonces los habían sostenido. Hubo otro día en que sobre estas manos y estos brazos se encontraron con la responsabilidad de sostener otra vida que no era la propia. Entonces, solo entonces, tal vez cuando se sintió en aquellos miembros el peso de la vida como regalo y fragilidad, para valorar, para mimar, para promocionar. Quizás fue en ese momento cuando se percibió más real al Dios de la Vida, que da vida gratuitamente.
Posiblemente no pueda afirmarse con rotundidad, pero parece, en las experiencias del día a día, que realmente empieza a valorarse el don de la vida cuando se aprecia la vida del otro y a la vida del otro se le tiene mayor aprecio cuando existe algún tipo de responsabilidad sobre ella. El hecho inverso, que otros te cuiden, es también objeto de aprecio, pero, me atrevería decir a que es más fuerte el primero. El dicho popular lo corroboraría: “Se conoce el amor que te tienen tus padres cuando te conviertes tú mismo en padre”. En otro sentido, las muertes de seres queridos nos entristecen sin duda; cuando se trata de alguien muy muy querido, la pena se agranda sobremanera, puede ser que más (aunque habría que verse en el trance) que con la concienciación de mi propia muerte. De hecho a veces hasta se espera morir con el amado difunto.
Este preámbulo quería ser el recibidor de la casa de Jairo, jefe de la sinagoga. Una niña de doce años es aún y por lo general (casos de madurez prematura los hay) una vida necesitada de otros brazos y otras manos. Es una edad con un gozne entre la infancia y la adultez; una adolescencia sensible aún a cosas de la infancia y descubridora de las novedades de la juventud. La enfermedad había abocado su vida a una situación extrema de casi no vida. ¡La que era “la vid de la casa” a punto de extinguirse! Y podemos entender los brazos de sus padres llevándola de acá para allá buscando remedio a su mal. Aquí se daba la frustración de quien recibió el don de otra vida para su cuidado y se encuentra en el límite de sus propias fuerzas para preservar esa vida. El “he hecho todo lo que estaba en mis manos” es relevado por la impotencia no poder hacer nada más. ¿Valoraron alguna vez como entonces, cuando estaban a punto de perderlo, ese don de la vida que un día les llegó con la noticia: “Ha nacido una niña”?
Las manos de Jairo llegaron hasta Jesús pedigüeños de vida para que Jesús pusiera sus manos sobre la pequeña y sanase. Pueden intuirse detrás de esas mismas manos que ahora pedían, las que antes demandaron médicos y más médicos, protectores de la vida dañada, donde no alcanzaron resultados de vida. Si fue como último recurso o por un arrebato a la desesperada no lo sabemos, pero sí que se acercó a Él y como si se tratara de la oportunidad definitiva. Jesús solo le pide fe cuando parecía todo perdido con el anuncio de la muerte de la niña. Atraviesan primero ese pasillo de la triste evidencia clínica: “Tu hija se ha muerto” y Jairo insiste en molestar al Maestro para que llegue hasta la niña. Luego pasan por el corredor de la evidencia burlona de los que negaban todo más allá de la muerte.
De nuevo una mano, la de Jesús, y un par de palabras. ¿No recuerda esto a la misma creación donde Dios hace todo con su palabra y crea el ser humano de la tierra como un artesano con el barro? Parece un guiño del evangelista sobre el Creador de toda Vida. El efecto fue inmediato y la niña se levantó enseguida.
¡Cuánto tenemos que agradecer a Dios el don de la vida! Dios no hizo la muerte, ni se lleva con despecho a los nuestros queridos arrancándolas de este mundo. Pero hay que esperar de Él todo cuidado para la vida eterna, sin que el menoscabo en la salud o en las condiciones de esta vida signifiquen para nosotros menoscabo en su promesa de vida. La última orden de Jesús pidiendo que le dieron de comer a la niña, recuerda la necesaria atención para no descuidar lo necesario para la vida del que lo necesita y requiere de nuestras manos para alcanzarlo. Es lo que le pide san Pablo a los corintios acaudalados, para que compartan con generosidad y “nivelen” la situación de todos los de la comunidad. No puede haber manos llenas y otras vacías o a medio llenar.
El Dios de la vida nos ha dejado el cargo de velar por otras vidas y ejercer así, en la práctica de este amor servicial, con la acción de gracias por tanto bien recibido de Él para nuestra vida.
Hch 3,13-15.17-19: Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Sal 4,2.7.9: Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor.
1Jn 2,1-5: quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.
Lc 24,35-48: Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.
La mañana nos devuelve al hambre del día siguiente. Aunque nos hubiésemos acercado al sueño, aparece otra vez la necesidad del alimento. El estómago pide temprano, quejándose por todo el cuerpo, reclamando vida; y a él la vida le llega por el alimento que luego será distribuido por todo el organismo para que nada en él perezca.
También el Crucificado despertó con hambre, hambre de vida. A los muertos no les basta con el alimento cotidiano; necesitan otra nueva nutrición que les haga revivir y en una vida ya sin deterioro. El único que puede hacerlo es el Espíritu de Dios, alimento de resucitados. En las apariciones de Jesucristo resucitado a sus discípulos la comida está muy presente. En Emaús, a la orilla del lago de Galilea y en esta tercera aparición a los Once, como relata san Lucas.
Hizo falta comer para que lo reconocieran. No bastó su aparición, confundida con la de un espíritu; tampoco mostrarle las manos y los pies, con las huellas de su pasión; sino que hasta el momento de la comida no tomaron conciencia de que era verdaderamente el Maestro. Tantas veces habían compartido mesa con Él que les resultaría familiar su forma de comer. Pero no solo, sino que el banquete había tenido tanta importancia en la vida de Jesús (con publicanos, pecadores y fariseos) y en su cena de despedida, que este nuevo banquete tras su muerte (en este pasaje aparece comiendo solo, pero posiblemente lo estuviesen haciendo también los Once cuando se les aparece y Él les pide algo de lo que hay en la mesa) entenderían continuidad con los anteriores. El momento se prolongaría en otra gran comida, la Eucaristía.
La comida está asociada con la vida. Quizás haya resistencias a creer en el resucitado, aunque nos estremezcan y conmuevan los estigmas de su pasión, hasta que comamos con Él. Mejor aún, hasta que lo comamos a Él, que es comer su carne vivificada por el Espíritu. Esta comida no solo sostiene en vida, sino que la acrecienta, provocando en quien lo prueba muchas germinaciones de vida. Una de las más fructuosas es la del perdón. Todos los pensamientos, gestos y actos de vida, que la promueven, la protegen, la acarician tienen que ver con esta presencia del resucitado. Desde Él se puede contemplar la historia humana, y en ella mi historia misma, como las delicadezas de Dios para cuidar mi vida y toda otra vida. La Palabra de Dios que nos ha hablado y sigue hablándonos solo adquiere luz plena en la resurrección de Cristo. Pero al resucitado solo se le puede reconocer comiendo con Él. No solo acudiendo a su comida (ir a Misa), sino sentándonos a su lado y no incomodarnos; compartir mesa con un condenado para salvar a los hombres; con uno con predilección por los menos amados; con perdón fresco para los pecadores... con el dador de Vida y protector de toda vida. Es necesario tener un buen estómago para digerir esto, el que tienen los que se han ido acostumbrando mucho a compartir su pan con el Señor de la Vida y hacerse a un hambre de pan de eternidad que sólo Él da.
CARTA FESTAL
por Jacinto Antonio Naharro. Presbítero.
SIGNIFICADO:
¿Qué es una CARTA FESTAL? Se llama Carta Festal a una Epístola, Carta, Encíclica, que es escrita por el obispo de Alejandría a las Iglesias de Egipto en la que se comunica la fecha de la celebración de la PASCUA y el comienzo de la CUARESMA. Esta carta era proclamada en la fiesta de la Epifanía. En cuanto a sus aspectos cronológicos, las Epístolas Festales tienen distintos testimonios cronológicos: unos la sitúan entre los años 713 al 719 d. C. cuyo autor es Alejandro II de Alejandría. Otros la sitúan al comienzo del siglo III y VIII. Festal viene de Fiesta, porque la Pascua era la gran FIESTA.
CARACTERÍSTICAS:
En cuanto a las características más importantes que podemos resaltar de las Cartas Festales podemos decir que eran Epístolas escritas en griego y traducidas al copto. La colección más importante de Atanasio de Alejandría viene traducida al copto. Las Cartas exigían claridad y límite en el contenido.
En cuanto al punto de vista Literario, existe un género propio en la carta Festal. Presenta la siguiente estructura: encabezamiento, cuerpo y despedida. Este género propio fue asumido rápidamente por los cristianos.
Existe otro presupuesto que es el Organizativo, ya que son Epístolas escritas por el obispo de Alejandría a los cristianos de Egipto. Dentro de este apartado hablamos de lo denominado “Monoepiscopado”. Se trata que el obispo el cual tenía un alto rango, estaba ayudado por sus presbíteros. Esto lo podemos comprobar en los escritos de Ignacio de Antioquia. En Alejandría no aparece esta organización hasta el año 180.
El aspecto litúrgico está también presente en las Festales. Desde el comienzo de la Iglesia se celebraba siempre la reunión dominical. Y también la celebración de la Pascua donde se incluían las celebraciones de los mártires. Desde muy pronto la celebración de la Pascua supuso dar problemas porque surgía la cuestión: ¿cuando se celebraba la fiesta pascual, el 14 de Nisán o el domingo siguiente al 14 de Nisán? Será en el año 325 en la celebración del Concilio de Nicea donde se trate este tema y por cómputo y otras cuestiones el concilio sinodal afirma que la celebración de la Pascua sería el 14 del mes de Nisán, es decir, el 14 de abril.
Una última característica de estas Cartas es el aspecto Teológico: desde el principio se perfilan dos modos de entender la Pascua: Por un lado , la Pascua identificada con el CORDERO, SUFRIMIENTO. O bien Pascua, identificada con el PASO DE LA MUERTE A LA VIDA.
AUTORES DE LAS CARTAS FESTALES:
Resaltar la presencia del Obispo Demetrio, Dionisio de Alejandría, Pedro de Alejandría , Anatolio de Laodicea , Atanasio, Cirílo de Alejandría, Pedro IV, Damián, Eulogio, Benjamín, Agatón, Alejandro II. Todos estos obispos sucesores unos de otros se engloban cronológicamente desde el siglo III hasta el siglo VIII.
ANUNCIO
En el calendario litúrgico conlleva el ANUNCIO DE LAS CELEBRACIONES MÓVIBLES, que es lo que podíamos considerar como la Epístola o Carta Festal.
El 6 de enero, fiesta de la Epifanía del Señor, dentro de la celebración de la Eucaristía, el Sacerdote celebrante, es decir, el sacerdote que preside la celebración, aunque también el Diácono si estuviera presente, finalizada la proclamación del Santo Evangelio y desde el Ambón debe anunciar a la asamblea de los fieles congregados, el contenido de la Carta Festal, o Carta de Fiesta que evoca hacia la Pascua, diciendo concretamente el día en que ésta se celebrará.
La Carta Festal para este año 2015 dice lo siguiente:
Queridos hermanos:
La gloria del Señor, se ha manifestado y se continuará manifestando entre nosotros, hasta el día de su retorno glorioso. En la sucesión de las diversas fiestas y solemnidades del tiempo, recordamos y vivimos los misterios de la salvación. Centro de todo el año litúrgico es el Triduo Pascual del Señor crucificado, sepultado y resucitado, que este año culminará en la Noche Santa de Pascua que, con gozo, celebraremos el día 5 de abril. Cada domingo, Pascua semanal, la santa Iglesia hará presente este mismo acontecimiento, en el cual Cristo ha vencido al pecado y a la muerte.
De la Pascua fluyen, como de su manantial, todos los demás días santos: el Miércoles de Ceniza, comienzo de la Cuaresma, que celebraremos el día 18 de febrero. La Ascensión del Señor, que este año será el 17 de mayo. El Domingo de Pentecostés, que este año coincidirá con el día 24 de mayo. El Primer Domingo de Adviento, que celebraremos el día 29 de noviembre en las vísperas primeras. También en las fiestas de la Virgen María, Madre de Dios, de los apóstoles, de los santos y en la conmemoración de todos los fieles difuntos, la Iglesia, peregrina en la tierra, proclama la Pascua de su Señor.
A Él, el Cristo glorioso, el que era, el que es y el que viene, al que es Señor del tiempo y de la historia, el honor y la gloria por los siglos de los siglos.
Desde este apartado se actualizará el texto de cada Carta Festal.