Ven Señor Jesús, ven y sálvanos.
Comenzamos un nuevo Año Litúrgico, correspondiente al Ciclo A y el primero de los cinco tiempos Litúrgicos que conforman dicho Año. El ADVIENTO viene a ser el tiempo de la esperanza, el tiempo del cumplimento de las profecías, por que es el Señor, el Mesías el que llega para regir, para gobernar la tierra.
Adventus en latín, significa “advenimiento” (de ad y venire, “acción de venir hacia algo o alguien”). Adviento es tiempo propicio para convertirse, suscitar esperanza y anunciar la liberación salvadora de Dios. Es tiempo de vigilancia ante lo que estamos esperando, que es ni más ni menos que el retorno, la vuelta, la venida segunda de Cristo en la plenitud de su reino. Se dice que el Adviento es el tiempo de preparación de la Navidad y la Epifanía, celebrando la manifestación del Señor en nuestra historia. Al principio del cristianismo, el término Adviento se refería a la última venida del Señor al final de los tiempos, pero al fijar la Iglesia las fiestas de Navidad y Epifanía, se relacionó también con la venida de Jesús en la humildad de la carne. Estas dos venidas, la histórica en la encarnación por medio de María (Navidad) y la escatológica al final de los tiempos (parusía) se consideran la doble dimensión de espera que caracteriza al Adviento. El Adviento nos pone en comunicación con la espera vigilante, atenta, activa, deseosa de la presencia de Dios. La venida del Señor exige a los cristianos el deber de encontrarse vigilantes.
Tres son las figuras centrales del Adviento: Isaías, Juan Bautista y María. Durante el Adviento, tiempo de espera y preparación, se lee el libro de Isaías. Los domingos segundo y tercero se centran en la persona y obra de Juan el Bautista. Y el final del Adviento se dedica plenamente a la figura de la Virgen María, la cual, vivió intensamente como mujer la prontitud de ser madre, pasados los nueve meses de gestación de Jesús.
“El tiempo de Adviento comienza con las primeras vísperas del domingo que cae el 30 de noviembre o es el más próximo a este día, y acaba antes de las primeras vísperas de Navidad” (NU).
En este Tiempo, en las parroquias, el Ambón debe estar revestido del color litúrgico violáceo o violeta claro que en sí es el color morado mezclado con el blanco: Adviento-Navidad.
Es un Tiempo donde la figura entrañable de la Virgen María tiene una gran importancia. Tanto es así que la Novena de Navidad que empieza el 17 hasta el 23 de diciembre resalta la importancia de la Virgen como la Mujer dócil y sumisa que acoge en sus entrañas la Palabra de Dios, haciéndola carne en su propia carne.
Finalmente, resaltar que el símbolo propio de este Tiempo de Adviento es la CORONA, que no solamente puede ser parroquial sino también familiar. Ante la duda, nos podríamos preguntar, ¿Por qué este símbolo litúrgico y no otro? ¿Qué significado tiene? De manera resumida podemos destacar lo siguiente: se trata de la colocación de una corona hecha con ramas de color verde de árbol perenne como por ejemplo el pino o el abeto. Alrededor de la corona aparecerán o bien cuatro cirios o bien cinco que se encenderán progresivamente cada domingo dando inicio a la semana correspondiente y a la cercanía de encender la última vela simbolizando la proximidad de la Navidad. El quinto cirio encendido simbolizaría el nacimiento de Cristo, Luz que alumbra a todos los hombres. En las Parroquias, la corona debe estar colocada cercana al Ambón, como lugar donde se proclama la Palabra de Dios. En cuanto a su significado cabe decir que la corona por su propio nombre ya nos indica que debe de ser circular o redonda. Lo CIRCULAR simboliza lo eterno, lo que no tiene ni principio ni fin. Señal de amor de Dios que es eterno sin principio y sin fin. Las RAMAS VERDES simbolizan la vida, la esperanza, la espera traducida en acogida gozosa del Esposo que viene a los suyos. CIRIO ROJO pueden ser de otros colores, pero el que más simboliza este tiempo es el rojo. Este color, simbólicamente, se refiere más a la divinidad de Cristo. Pero entonces, ¿se pueden colocar otros colores? La respuesta es afirmativa, ya que es frecuente ver coronas adornadas con cirios de color morado, rojo, verde y blanco. Estos colores simbolizan el color de las vestiduras ornamentales del Sacerdote. Desde lo no sagrado estos colores simbolizan las cuatro estaciones del año. Desde lo sagrado simbolizan el Año litúrgico que comienza con el Adviento. Junto a la corona se suele colocar MANZANAS ROJAS que representan los frutos del jardín del Edén. Con Adán y Eva el pecado entró en el mundo pero recibieron la promesa de la salvación universal. Finalmente el LISTÓN o CINTA ROJA situada alrededor de la corona que representa nuestro amor a Dios.
El Adviento por lo tanto se nos manifiesta a todos los hombres como un tiempo de expectación piadosa y alegre donde de nuevo acogemos a Dios en Cristo que viene para salvarnos.
Terminamos con un texto que pertenece al prefacio II de Adviento y que dice así: “ a quien todos los profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de madre, Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres”. La Iglesia nos ofrece en este periodo corto de tiempo preparar nuestros corazones convertidos hacia Dios y poder celebrar con júbilo la alegría del nacimiento del Señor.
HISTORIA
Aspectos históricos, dados en diversas iglesias especialmente en Occidente, nos permite poder deducir el nacimiento de un período de preparación a la fiesta de la Navidad alrededor del siglo VI, siendo Papa de la Iglesia Universal León Magno.
Nos centraremos en algunos puntos geográficos o territorios para sacar el “jugo” del aspecto histórico que gira entorno al Adviento. Por ejemplo nos fijaremos en España, Francia, Rávena, Roma.
En España, alrededor de los años 389-381 se celebró el Concilio de Zaragoza, invitando a los fieles a la asistencia de una asamblea que se celebró tres semanas antes a la fiesta de Epifanía, comenzando un 17 de diciembre. En esta asamblea se invita a los cristianos a alejarse de las celebraciones de fiestas paganas que aquellos días se celebraban, fiestas que eran propuestas por un grupo sectario cuyo líder era un tal Prisciliano. Estas tres semanas parece que se trataba como un tiempo de preparación para recibir el sacramento del Bautismo ya que según un uso oriental, este sacramento se celebraba en la fiesta de la Epifanía por celebrarse dentro de ésta, el Bautismo del Señor. Posteriormente con la evolución del tiempo, dentro de las Iglesias de rito hispánico se ampliará este tiempo con seis semanas dando lugar al tiempo de Adviento.
En Francia, en un sermón medieval de Adviento del abad Bernón de Reichenau acerca de la venida del Señor, cita un texto atribuido a un santo padre de la Iglesia primitiva, San Hilario de Poitiers (+ 367) en el cual, dicho Padre invita a los fieles a prepararse al Adviento del Señor, a la venida del Señor con tres semanas donde se debe sobretodo practicar la ascesis y la penitencia, por lo mismo que en España, por la aparición en estas fechas de fiestas paganas. Y, ¿por qué tres semanas? Tal vez por el simbolismo de las tres venidas del Señor: la primera en su revelación a la conciencia, la segunda en su manifestación mediante la ley, la tercera cuando vino por la gracia para revelar la vocación de todas las gentes. A día de hoy hablamos de dos venidas: la histórica y la escatológica. La interpretación anterior sobre las tres venidas es puntual dado que el estudio histórico sigue su evolución.
En el siglo V encontramos una especie de cuaresma o tiempo de preparación a la fiesta romana de Navidad del 25 de diciembre, comenzando seis semanas antes. Es la llamada cuaresma de San Martín de Tours ya que el 11 de noviembre se celebra su fiesta.
En la ciudad imperial de Rávena, centro de gran vitalidad litúrgica, la preparación para la fiesta de Navidad se destaca el carácter más bien histérico, con oraciones que se refieren al nacimiento del Señor. Son testigo de ellos los textos u oraciones de san Pedro Crisólogo como las oraciones del Rótulo de Rávena. Además de los textos que ayudan a la preparación de la Natividad del Señor, también se pide que sea un tiempo de prácticas ascéticas y penitenciales.
Finalmente en Roma hacia el siglo VI es válida la hipótesis que el Papa Silicio instaure este tiempo de Adviento. Se comienza con seis semanas, quedándose en cinco y al final con el Papa Gregorio Magno se reducen a cuatro. Así mismo la misma palabra latina “adventus” se aplica primitivamente a la venida del emperador, que la liturgia asume como la espera de la venida gloriosa y solemne de Cristo, referida totalmente a la venida segunda de Cristo en gloria y majestad al final de los tiempos.
A lo largo de la Edad Media se introdujeron elementos típicamente relacionados con el misterio de la Navidad como por ejemplo el canto “Rorate coeli desuper”; las antífonas mayores del Magnificat que comienzan con la palabra O; el deseo de su venida a través de la exclamación: ¡Ven! ; y sobretodo una espiritualidad fundamentada en la oración a modo de petición de espera a que el Señor venga.
Actualmente las Normas Universales sobre el Año litúrgico del año 1969 consideran que el Adviento es un tiempo que posee una doble índole: tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad conmemorando la primera venida del Hijo de Dios a los hombres; y por otro lado tiempo de futuro, de cumplimiento hacia esa segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. La nueva ordenación de la liturgia establece que sean cuatro semanas para este Tiempo Adventual, comenzando con las primeras vísperas del Domingo que cae el 30 de noviembre o el más próximo a este día y que acabe antes de las primeras vísperas de Navidad.
El sentido primordial del Adviento parece ser el de la celebración de la espera mesiánica y de la preparación a revivir en la Navidad esta presencia del Dios-con-nosotros, el Enmanuel.