TIEMPO ORDINARIO
Tempus per Annum
Presencia del Señor Jesús en nuestro contínuo peregrinar.
Al concluir el Tiempo de la Navidad y Pascua, se extiende el Tiempo Ordinario en dos momentos distintos. Las Normas Universales del Año Litúrgico se refiere que “además de los tiempos que tienen carácter propio, quedan 33 ó 34 semanas en el curso del año en las cuales no se celebra algún aspecto peculiar del misterio de Cristo, sino más bien se recuerda el mismo misterio de su plenitud, principalmente los domingos”. El Tiempo Ordinario o “durante el año” es llamado como tiempo “débil” o “menor”, resaltando el Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua como los tiempos “fuertes”. Al Tiempo Ordinario también se le llama “tiempo durante el año”, en latín “tempus per annum”, y popularmente se le llama “domingos verdes”. Es el tiempo más antiguo en la organización del Año cristiano ocupando la mayor parte del año en cuanto a las cincuenta dos semanas. El Tiempo Ordinario comienza el lunes que sigue al domingo posterior al 6 de enero y se extiende hasta el martes antes de Cuaresma, inclusive; para comenzar de nuevo el lunes después del domingo de Pentecostés, terminando antes de las primeras Vísperas del domingo I de Adviento.
El “Tempus per annum” nos ayuda a vivir en plenitud el misterio de Cristo. Es el tiempo que pone en primacia el domingo cristiano ayudándonos a descubrir cual es el sentido de la misión pública de Jesús y como ésta misión nos interpela en nuestras vidas enfocadas hacia el último fin propio que es la salvación.
Dentro de la estructura litúrgica de este Tiempo cabe decir que este calendario, con la orientación de la Iglesia en los leccionarios de la misa, la distribución de la Liturgia de las Horas, como el santoral propio de santos, mártires y fiestas dedicadas a la Virgen María; resaltan con primordialidad el sentido pleno de un tiempo en el que Cristo se hace presente y guía a su Iglesia por los caminos del mundo. El Tiempo Ordinario es el tiempo normal considerado como Kairos de salvación en el que solo cobra un relieve especial el día del Señor, el domingo.
HISTORIA
Dentro de la iglesia apostólica, Pablo es el primer testigo de una desmitización de los tiempos sagrados, para volver a un tiempo ordinario, el tiempo normal, que es Kairos (momento) de salvación y en el que sólo parece que cobra un relieve especial el día del Señor, es decir, el domingo. Bien lo dice así a modo de exhortación a la comunidad cristiana de los Gálatas cuando les dice lo siguiente: “Andáis observando los días, los meses, las estaciones, los años” (Gal 4, 10). Y por otro lado a los Colosenses lo refiere así: “Que nadie os critique por cuestiones de comida o bebida, o a propósito de fiestas, de novilunios o sábados” (Col 2, 16). El rito o el aspecto sobrio de las celebraciones litúrgicas cristianas, contrastaba sobre todo con la exuberancia religiosidad propiamente pagana, e incluso éstos mismos, es decir los paganos, se escandalizaban por que los cristianos eran en cuanto a las prácticas rituales, muy poco excesivos. Cierto es que al principio de la historia del cristianismo, los seguidores de Cristo, no tenían ningún sitio propiamente dicho como lugar de culto, ni templos, ni altares. Para los cristianos, toda la vida cobraba un significado de ser vida continua unida al Señor, porque el tiempo es del Señor. Cristo es quien lo llena, lo plenifica todo en el tiempo cristiano, es una fiesta continua, no hay prescripciones de ningún tipo de ley judía que gire en torno al culto o superstición pagana en la observancia de los días festivos.
Pero, ¿como evoluciona este Tiempo Ordinario a lo largo de la historia?
Las fuentes están dichas anteriormente, en tanto en cuanto, que hemos pronunciado dos conceptos importantes relacionados entre sí: Kairos y tiempo del Señor. Referidas ambas entre sí, empieza a tener importancia dando lugar a lo que hoy viene a ser para nosotros dentro del año litúrgico, el Tiempo Ordinario.
Vamos hacer una breve sinopsis, recogiendo las ideas más importantes y claras para tener un mediano conocimiento del desarrollo de este Tiempo a lo largo de la historia. En el siglo II, se empieza a caracterizar algunos días de la semana, como el miércoles y el viernes, como días de ayuno con una referencia a la Pasión del Señor y a su tradición. Este dato es de suma importancia que encontramos en la DIDACHÉo Didajé . Se basaba en las enseñanzas que los doce Apóstoles dejaron escrito entre los años 65 y 80 A.C. Para entenderlo mejor lo podemos considerar como el primer catecismo compuesto por dieciséis capítulos, que conocemos y que sirve como instrumento evangelizador que media entre los Apóstoles y los Padres de la iglesia, estos últimos, continuadores de los Apóstoles. Los Santos Padres con este catecismo o documento post-apostólico pudieron llegar a conocer e interpretar las enseñanzas de los Apóstoles y cuales eran las reglas de vida que los cristianos debían de saber de manera práctica. Con referencia a los días del ayuno, justamente en la Didajé capítulo VIII refiere esto de la siguiente manera: “pero no hagas que tu ayuna sea con los hipócritas, porque ellos ayunan en el segundo y quinto día de la semana”. Más bien ayuna en el cuarto y sexto día. El segundo y el quinto día para ellos lo que para nosotros es el miércoles y el viernes, empezando por el domingo como primer día de la semana.
La semana del cristiano tiene sentido a partir del domingo, primer día de la semana y día octavo, su inicio y su culmen o fin, y se llena de la presencia del Señor en el culto ordinario de la vida, en las oraciones que se hacen en diversos momentos de la jornada, especialmente en el lucernario de la tarde y en las reuniones de oración y de catequesis, hasta que se generaliza la eucaristía cotidiana, ya atestiguada y alabada por Agustín en el siglo IV como pascua diaria de los cristianos.
Pero con el paso del tiempo y evolucionando las leyes litúrgicas, una parte de los días de la semana van añadiendo la conmemoración de los mártires y santos, hasta ocupar prácticamente toda la semana. Es lo que conforma el martirologio romano y santoral. Esto nace y evoluciona con fuerza gracias al aumento del sentido devocional que va existiendo. Todo esto diríamos que es como un “adorno” que acompaña al día del Señor, celebrado en domingo pero que recuerda que es el viernes día de memoria de cruz, de muerte, y el sábado quedándose como el día de la Virgen María – sobretodo a partir de la Edad Media-.
El Tiempo Ordinario poco a poco se fue completando de estos espacios o momentos sagrados. También dentro de este Tiempo ritmado por la celebración semanal de la Pascua en los domingos y medido con frecuencia por el ritmo de la vida agrícola, se colocaron las rogativas y las témporas, que a día de hoy celebramos en el día 5 de octubre como la FIESTA DE LAS TEMPORAS DE ACCION DE GRACIAS Y DE PETICIÓN. Las rogativas, instituidas hacia el año 475 por san Mamerto obispo de Vienne en Francia, tuvieron su origen en las suplicas para que Dios alejase de su pueblo las calamidades y se dignase obtener y conservar los frutos de la tierra. Las cuatro témporas tenían también un objetivo semejante; eran semanas de oración y de acción de gracias por los frutos de la tierra y para el ofrecimiento de las primicias.
Actualmente en el calendario del Año Litúrgico independientemente del Ciclo A, B o C, que se vaya a celebrar, el Tiempo Ordinario unifica la memoria de la presencia del Señor y la memoria de los Santos mediante la celebración de este Tiempo, teniendo como eje fundamental y propio, la celebración del sacramento de la Eucaristía y por otro lado la oración de la Liturgia de las Horas. Celebración y Oración conforman y dan vida a este Tiempo Ordinario.
En las Normas Universales sobre el Año Litúrgico (NUAL) refiere en los números 43-44 lo siguiente: “Además de los tiempos que tienen un carácter propio, quedan 33 ó 34 semanas en el curso del año, en las cuales no se celebra algún aspecto peculiar del misterio de Cristo, sino más bien se recuerda el mismo misterio de Cristo en su plenitud, principalmente los domingos… El tiempo ordinario comienza el lunes que sigue al domingo posterior al 6 de enero y se extiende hasta el martes de Cuaresma inclusive; de nuevo comienza el lunes después del domingo de Pentecostés y termina antes de las primeras vísperas del primero domingo de Adviento”. Para nuestro entendimiento recordamos que el domingo posterior al e de enero es decir, la Epifanía del Señor, se celebra la fiesta del Bautismo del Señor. Y que el miércoles que procede a dar paso al Tiempo Cuaresmal es el Miércoles de Imposición de la ceniza.