Ciclo C

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR. Domingo IV del T. Ordinario (ciclo C). 2 de febrero de 2025

Mal 3,1-4: “Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí”.

Sal 23: El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.

Heb 2,14-18: Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.

Lc 2,22-40: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz”.

El Evangelio de este domingo se abre con una referencia temporal: “Cuando llegó el tiempo de la purificación”. Según la Ley judía, la mujer que daba a luz quedaba “impura” a consecuencia de la sangre del parto y tenían que pasar 40 días hasta volver a la pureza. Incomprensible para nosotros, con otra luz dentro del contexto religioso y cultural judío, procuraba un tiempo de protección a la mujer, preservándola de la vida pública, para recuperarse del parto, desplegar una relación especial con el recién nacido y recibir mayores cuidados del esposo. El marco temporal está regido por el biorritmo femenino: la madre es quien señala los tiempos y la Ley de Dios custodia esta referencia.

            Precisamente la Ley de Moisés o Ley de Dios aparece de forma insistente en el pasaje. El Niño es el centro en torno al cual giran los demás personajes. Sus padres, María y José con los garantes de la piedad y el vínculo con Dios a través del cumplimiento de su Ley. Van al templo, según una costumbre piadosa sugerida por la Ley (aunque no obligaba a ello) para la presentación del Niño. Frente a los cálculos ideológicos que postulan que los hijos pertenecen al Estado o el arrebato genético que reivindica que los hijos son una especie de propiedad de los padres o de la familia, esta presentación manifiesta que el hijo es de Dios, cuya protección, cuidado y educación encomienda a los padres, cuya primera obligación es la piedad, hacer presente a Dios en la vida familiar. 

Además, en el episodio hay otros personajes, siempre en función del Niño, con peso protagonista. Se trata de dos abuelos: Simeón y Ana. Simeón es un anciano que ya ha cumplido su misión en la vida, pero aún aguarda a ver realizado el consuelo de su pueblo: la venida del Mesías. El peso de los años, las experiencias vividas, las decepciones y derrotas sufridas no han extirpado en él la esperanza. No espera de los hombres, sino de Dios, y Él le había revelado que, antes de su muerte, vería el motivo de la esperanza de Israel. Frente a ideales políticos o belicistas, en contraste con la desilusión y el desánimo del que ha sufrido un fracaso y no encuentra motivos para más lucha, Simeón irradia la esperanza en Aquel que no defrauda. Su esperanza ilumina la realidad y descubre en el Niño al Salvador, y no omite la aspereza de la vida, profetizando lo que será ese pequeño y la pasión por la que tendrá que pasar su madre.  En Ana encontramos la persona que ha consagrado su vida a Dios y se ha ofrecido para orar constantemente y hacer ayunos durante años. Manifiesta una entrega por los demás a través de esa poderosa actividad, que es la oración, el diálogo continuo con Dios. Esto viene destacado también por sus ayunos, un modo de penitencia. En su ancianidad ofrece lo que ha ido configurando su vida y que es riqueza por aquellos por los que intercede, uniéndolos más a Dios por su intercesión. Se ha quedado con lo esencial de la vida y no tiene reservas en hablar del Niño. Los mayores sabios tienen la libertad para hablar de lo que quieren, que suele ser la esencia destilada tras su experiencia vital de años.

            El episodio termina regresando a casa. En el templo, casa de Dios, el Señor ha reunido a hijo y padres y abuelos, tres generaciones con su cometido cada una. Regresan a su hogar, convertido en templo de Dios por el Niño que vive allí, pero sujeto a la obediencia a sus padres, de los que seguirá recibiendo y aprendiendo, sobre todo, se puede intuir, de la relación entrañable con Dios. Será el lugar del aprendizaje para la entrega, para ser uno de tantos a confiar en el Padre en todo momento y, como dice la Carta a los hebreos, cuando tenga que sufrir lo más recio, tras pasar la prueba del dolor auxiliar a los que ahora pasan por ella. 

Programación Pastoral 2021-2022