Ex 3,1-8.13-15: “El sitio que pisas es terreno sagrado”.
Sal 102: El Señor es compasivo y misericordioso.
1Co 10,1-6.10-12: El que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga.
Lc 13,1-9: Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.
Esos momentos en los que nos encontramos incapaces de traer a la memoria un nombre conocido, recordar algún acontecimiento o cuando al que queremos pronunciar se queda detenido en la punta de la lengua… tenemos, por los motivos que sean, obstruido el acceso a nuestros recuerdos. Que esto suceda en cosas menudas y sin excesiva importancia, no es preocupante. Lo que requiere mayor atención es cuando esto sucede con partes importantes de nuestra historia manifestando una amnesia o incapacidad para recordar. El desconocimiento o la tergiversación de los sucesos pasados ponen en peligro el momento presente; la amnesia es enemiga de la verdad.
La huida de Moisés de Egipto estuvo motivada por haber asesinado al egipcio que maltrataba a un hebreo. Acabó estableciéndose lejos, en Madián, creando su propia familia. Cambió de vida y se distanció del sufrimiento de su pueblo sometido por el faraón. Dios se le revela en un acontecimiento sorprendente: una zarza que arde sin que se calcine y allí le recuerda la opresión de Israel. El Señor tiene memoria y actúa en defensa del débil y oprimido. Para ello escogerá a Moisés que deberá volver a Egipto para llevar el mensaje de liberación de Dios. Antes de partir, pide conocer el nombre de Dios. Este le responde con la expresión: “Soy el que soy”, que vendría a querer decir: soy el que acompaño, el que está con vosotros, el que conoce vuestra situación, es que se halla a vuestro lado… El Dios que tiene memoria y no se olvida de los suyos.
Invita también el Maestro a hacer memoria, no exclusivamente recordando acontecimientos, sino sabiéndolos interpretar. En concreto hace alusión a dos tragedias: una provocada por el derribo de una torre y la otra a la masacre a manos de Pilato. Muchos murieron violentamente en ambas. Parece que a la hora de interpretar lo que sucedió, algunos entendían que aquel final fue, de algún modo, acorde al tipo de vida que llevaban. Solo podrían acabar así hombres pecadores y malvados. Jesús rompe esta vinculación lógica y enseña que cualquiera puede morir de este modo y apela a la conversión, enseñando a preocuparse por el modo de proceder particular de cada uno. Hace dirigir la mirada, no hacia los otros, sino hacia uno mismo, para revisarse y corregirse, a reconocer el mal y arrepentirse. La amnesia del propio pecado es de las más nocivas; oculta la realidad e impide el progreso, porque acepta lo que hay sin buscar una salida al mal y al posicionamiento en él. Una de las actitudes que fortalecen esta amnesia sobre la historia personal es la que centra su atención en las faltas de los otros, sin aplicar la mirada en uno mismo.
Interpela también san Pablo a los corintios con una interpretación del paso por el mar Rojo del pueblo de Israel. Alcanzaba la liberación de la esclavitud con aquella travesía que anticipaba figuradamente el sacramento del bautismo. Sin embargo, ya libres del dominio egipcio, muchos murieron después en el camino por el desierto por no ser fieles a Dios. Actualizando a su momento estos sucesos, Pablo quiere indicar que el bautismo por sí mismo no garantiza la salvación ni preserva absolutamente del pecado, sino que capacita al cristiano para el combate y debe realizar sus competencias para las cuales le ha cualificado el Espíritu. Hace memoria para nosotros de la importancia del bautismo, regalo de Dios, y de que lo asumamos con responsabilidad viviendo realmente como bautizados.
Cuanto más conscientes de nuestra historia más capacidad para aprender de ella, pero hay que aprender a interpretarla desde la luz de Señor de la historia, que es la Verdad.
Aludiendo al día del Seminario, hacemos también memoria de la importancia de los presbíteros para esta memoria viva de la Iglesia y de sus miembros. A través de los sacramentos, con la predicación de la Palabra, la enseñanza de la doctrina, el acompañamiento en el camino… trabajan por recordar el amor misericordioso de nuestro Señor y hacerlo presente para que nada de lo que Él ha preparado para nosotros se olvide. Pedimos por el sí generoso de los jóvenes a la llamada de Dios al sacerdocio y la vida consagrada.