Ciclo B

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO I de CUARESMA (ciclo B). 22 de febrero de 2015

 Gn 9,8-15: “El diluvio no volverá a destruir a los vivientes”.

Sal 24,4-9: Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad, para los que guardan tu alianza.

1Pe 3,18-22: Como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.

Mc 1,12-15: El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás.

Las aguas del Jordán donde se bautizó Jesús desembocaron en el desierto. Es hasta aquí donde nos lo lleva el evangelio de Marcos de este primer domingo de Cuaresma, justo después de haber narrado su bautismo por Juan en las aguas del Jordán.

Tan amenaza para la vida es el exceso de agua como su falta. El diluvio trajo una cantidad indigerible hasta para la tierra. Su fin era limpiar el mundo de todo su pecado. No lo explicamos como una aniquilación del pecador, sino del pecado y de su germen. Por eso, esa agua tan abundante serviría como símbolo para significar el bautismo, cuyo signo, el agua, es elemento purificador y de vida. El desierto, por otra parte, pone a prueba la entereza del creyente, forzándolo a luchar con la tentación.

 Dos momentos en un mismo itinerario: agua para sepultar, para purificar, para renovar y desierto para probar, para fortalecer, para acrisolar. Las aguas del Jordán desembocan en el desierto. El Padre ungió con el Espíritu a Jesús en aquel bautismo con que se inicia su vida pública. Sin tener nada que perdonar, sí, sin embargo tenía que capacitarlo para la misión que a partir de entonces llevaría a cabo. Es el Espíritu el que habilita proporcionando una nueva dimensión que nos hace luchadores por el Reino. Pero en un segundo paso, el camino se convierte en aridez para atravesar, como por una puerta, un umbral estrecho y hacer trabajar las armas con las que nos pertrechó ese mismo Espíritu, sin que Él deje de actuar en nosotros. Es decir, el desierto es la abertura por la que hay que pasar para consolidarnos y legitimarnos como luchadores de Dios. A él empuja el Espíritu, como empujó a Jesús, para ser tentado por Satanás.

¿Y qué es este desierto para nosotros? Lo podemos experimentar como todo momento en nuestra historia en el que nos encontramos con una aridez o aspereza que nos pone en un aprieto ante el cual, o salimos airosos con nuevas fuerzas, o nos dejamos someter por la tristeza o la desesperanza. A esto lo llamamos tentación, que acude a nosotros en todo momento, pero más incisiva allí cuando menos pletóricos y entusiastas nos encontramos, cuando menos ganas tenemos de ser tentados.

“Fue tentado por Satanás”. Marcos no dice más del cómo, ni narra el contenido de las tres tentaciones como sí hacen Mateo y Lucas. Después refiere brevemente la predicación de Jesús en Galilea exhortando a la conversión y la fe en el Evangelio. Habría que considerar que en Jesús, más que un momento específico en su vida en el que fue tentado, hubo muchos momentos en los que sufrió, como humano, la tentación, hasta la más terrible en Getsemaní. Así se describiría en Jesús lo que sucede en nosotros mismos: que se alternan en la vida muchos momentos de tentación. Tomando de la espiritualidad de san Ignacio de Loyola, se puede hablar de dos grandes clases de tentaciones (de las que habla en el discernimiento de espíritus):

  1. La primera es la de los que se encuentran en un proceso espiritual todavía incipiente. Suele ser tentado para dejarse llevar por sus deseos más inmediatos, prometiéndole conseguir satisfacción y gusto.
  2. La segunda, en un momento más avanzado de la vida espiritual, la tentación llegará como un desánimo para creerse incapaz de un mayor encuentro con Dios y desesperar de sí mismo y del Señor.

En ambos se ejerce presión para desanimarse y dejarse vencer, para renunciar al Espíritu Santo que actúa en nosotros, prefiriendo otras alternativas que hagan pasar deprisa por ese desierto tan incómodo.

Solo en la tentación podemos saborear la victoria de Dios en nosotros, porque solo es allí donde realmente demostramos y llevamos a cabo si es Él aquel por el que merece la pena morir y vivir, o es un compañero ocasional al que acudimos a conveniencia. Este primer domingo de Cuaresma invita a vivir los momentos de desierto desde el Espíritu que actuó en Jesucristo superando toda tentación, y prepararnos así a que el Espíritu nos vaya resucitando. 

Programación Pastoral 2021-2022