Ex 16,2-4.12-15: “Así sabréis que yo soy el Señor”.
Sal 77: El Señor les dio un trigo celeste.
Ef 4,17.20-27: No viváis más como los paganos.
Jn 6,24-35: No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna.
A las visitas se las recibe en lugares diferentes de la casa, dependiendo del grado de confianza y familiaridad. A unas se las mantiene en el umbral, a otras en el recibidor, a otras en la sala de estar y algunas, a las que se les considera como familia, se les deja entrar “hasta la cocina”. En esta estancia del hogar, que en las casas antiguas de nuestros mayores coincidía con el salón y el lugar habitual de reunión en torno al fue y su guiso, es donde confluye y parte el espíritu familiar, el corazón de lo que allí se cuece y, por tanto, es donde mejor se puede conocer lo que aquella familia es.
Insiste Jesús en llevarnos hasta la cocina de su casa y nos resistimos a quedarnos a la entrada o asomarnos un poco a ver algo más, pero más a nuestro antojo que a su deseo. El recibidor en que el que abría la puerta para acoger venía preparado con un banquete, el de la multiplicación de los panes y los peces. Nadie se quedó a la puerta, sino que entraron y disfrutaron. Luego quiso que continuaran más adentro, para que entendieran aquel banquete extraordinario en la vida trinitaria, en la misericordia de Dios, en el envío del Hijo para hacerse pan de vida por nosotros. Y comenzó el diálogo, porque la Palabra ha de interpelar y escuchar a las palabras.
Cada cual tenemos nuestra idea de pan en la cabeza y del pan que queremos que Dios nos dé y del lugar donde prevemos que nos prepare la mesa. Que el anfitrión nos lleve adonde Él estime para descubrirlo en este servicio que no acaba, de amor y entrega, y para que entendamos la grandeza de este Pan vivo y de su cocina donde se cuece en las entrañas de la Trinidad. Nada más nutritivo, nada más sabroso, nada más hermoso. Pasaremos de comensales invitados a hijos de la casa que trabajan en aquella misma concina para el bien del hogar.