Is 40,1-5.9-11: Se revelará la gloria del Señor y la verán todos juntos.
Sal 84: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
2Pe 3,8-14: Esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en que habite la justicia.
Mc 1,1-8: “Yo envío mi mensajero delante de ti”.
Marcos abrió las puertas de un nuevo género literario: el Evangelio, un relato donde se narraba la vida de Jesús. Desde entonces, no han parado de publicarse textos que han pretendido acercarse a la figura del Maestro de Nazaret desde diferentes perspectivas y con diversos propósitos. El evangelista Marcos busca que los que se aproximen a su narración comiencen a interesarse por aquello que expresa al inicio: Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. El contenido de este libro gira en torno a alguien llamado Jesús, el Mesías o Cristo, Hijo de Dios. Marcos ya lo sabe, lo ha experimentado y quiere transmitir lo que ha conocido de Él para contagiar a quienes aún no saben. Para ello va a explicar lo que conoce de Jesús a través de episodios de su vida donde hay milagros, parábolas, gestos y, sobre todo, culminando el relato, una historia de su entrega, muerte en la cruz y su resurrección.
Parece, por el modo de comenzar su evangelio, como si quisiera incorporarse al grupo de aquellos que han dicho del Maestro antes que él, entendiendo que puede ser como un eslabón en la transmisión de su vida. Quiere facilitar el contagio de la pasión por este Hijo de Dios tan esperado por el pueblo de Israel, pero tan poco comprendido. Hubo quienes anticiparon su venida en lo remoto, hablando de Él prácticamente sin saber a qué se referían, como el profeta Isaías donde la Palabra de Dios profetizada excede las capacidades y conocimientos del mismo profeta; otros que lo anunciaron en lo más cercano e inminente, como Juan el Bautista que incluso pudo verlo y mantener un encuentro cuando estaba bautizando. También hubo seguidores suyos, que participaron de sus gestos y palabras como compañeros y testigos de primera línea, aunque no reconocieron quién era realmente hasta después de su muerte. Estos serían los encargados de contar a muchos lo que habían visto y oído. Según la tradición, Marcos tuvo que ser aprendiz de estos testigos presenciales (es posible que del mismo Pedro) y se viese en la responsabilidad de dejar constancia por escrito de todo ello en un momento en el que ya no vivía ninguno de los compañeros del Maestro. Es un testigo de los testigos y el que ofrece una ventana para asomarnos a la vida de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios.
Alude al principio a Isaías, como representante de los profetas que anunciaron la venida del Mesías, como portador de una esperanza que se intuye, pero aún no se ve: “llegará”; luego incorpora al Bautista para la preparación inmediata, “ya está aquí”. Y Marcos se sitúa para confirmar su identidad: “ya ha estado y sé quién es… y os lo voy a contar”.
El relato oral tiene la frescura y la vitalidad, el narrador puede cautivar a sus oyentes en la medida en que resulte convincente si él mismo está convencido. Marcos quiere reflejar un testimonio apasionado y, aunque la letra limite el estilo vibrante de la palabra pronunciada, facilitará que el lector quede atrapado por la persona de Jesús, que sobrepasa con mucho los textos, pero que también cautiva por medio de ellos.
Tal vez lanza un reto a sus lectores: “Aquí os presento a Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios; yo ya lo he descubierto, ¿seréis vosotros capaces de confirmar esto mismo si os cuento lo que dijo e hizo? Aquí os lo dejo”.
La vida del Juan el Bautista, que despertó tanta admiración y respeto en su época según el mismo Marcos, encontraba su sentido en la preparación de la llegada de aquel que reconocía que era menor que él y ante quien no merecía, según sus propias palabras, siquiera agacharse para desatarle la correa de las sandalias. Echó mano de lo que podía para hacer lo que entendía que debía, pero reconociendo que su labor era precaria, insuficiente, solo preparativos de algo realmente importante. El agua le servía para motivar a un cambio de vida, a preparar un corazón ante la visita de parte de Dios de alguien muy importante. Tanto que traería consigo ya no agua motivadora, sino al mismo Espíritu Santo capaz de transformar por completo los corazones.
¿Habría tenido Marcos experiencia de esto que anunciaba el Bautista? ¿Habría sentido la transformación del Espíritu Santo en su interior al conocer a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios? ¿Habría cambiado realmente su vida? Tal vez, si no hubiera sido así no nos habría dejado este relato, el primero de los evangelios que nos han llegado. Y, si ha llegado hasta nosotros, ¿habrá provocado en nuestro interior algo que se parezca a la experiencia de este Marcos? Podemos convertirnos (si no lo somos aún) en mediadores entre Jesús, el Mesías, y aquellos a quienes se quiere acercar por medio de un testimonio vivo y apasionado, el nuestro.