Ciclo A

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO XXII DEL T. ORDINARIO (ciclo A). 3 de septiembre de 2023

Jr 20,7-9: Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir.

Sal 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

Rm 12,1-2: Que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios.

Mt 16,21-27: El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.

 

El objetivo previsible del querer en primer lugar a nivel cuantitativo y cronológico debería ser el quererse a sí mismo, pero, curiosamente, un esfuerzo de estas características está destinado al fracaso. El querer remite a alguien distinto de mí y para mi querencia personal, he de haber empezado a reconocer y querer a otro. Cuando esto se interrumpe, pues predomina la idea de la prioridad del amor a sí mismo sobre todas las personas, el verdadero querer se devalúa hasta no despegar de una mera supervivencia afectiva voraz de cantidad de cosas para alimentarse y nunca saciarse.

El viaje hacia el otro, que es el itinerario necesario del amor, posee los ingredientes de una aventura donde, tal vez, la única seguridad, es el propio viaje en sí: el movimiento más allá de uno mismo. Se emprende un camino incierto, no controlable, misterioso y necesariamente libre para evitar el fracaso o la posesividad. Entonces, es cuando uno puede darse cuenta de cuánto ha crecido el espacio de su tienda, es decir, cómo ha avanzado terreno su propio corazón para la libertad, para la libertad de amar.

“Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir”. Dios prefirió la seducción a la exigencia. Prefirió el juego del amor donde se deja espacio a dos libertades a la imposición donde ha de hacerse de modo unilateral. Las fuerzas del caos fueron doblegadas al “Hágase” del inicio de los tiempos y Dios creó. En el trato con los hombres dejó el peso del hágase en terreno humano. Ya no contendía con la nada ni una situación caótica, sino con alguien, y todo alguien es objeto de amor, y para que pueda existir realmente el amor ha de haber libertad. La seducción es un modo de diálogo donde se va conquistando el corazón del otro con palabras y hechos sugerentes que ganan su confianza. Respeta lo humano y sus ritmos. Solo el corazón seducido puede ser fiel. A Pedro le faltaba aún apasionarse por el Cristo tal y como era, tan humillado y crucificado como resucitado y glorificado. Es un principio básico del arte de amar: aceptar al otro tal y como es. En la relación con el Señor Jesús: acogerlo sin adaptarlo o ajustarlo, todo Dios y todo hombre.

El Maestro había seducido a sus discípulos y a Pedro, pero no se habían dejado seducir. Todo lo que produzca sombra de cruz, que es una encrucijada, pone en claro lo que quedó impregnado de Cristo en el corazón. La reprensión a Pedro también fue un acto de amor. Junto con la dulzura de lo que cautiva, el pellizco de lo que despierta. Seducción y corrección se ayudan mutuamente como caminos del amor y con ambos aprendieron a amar Pedro y los discípulos al que es la fuente de todo amor.

Volvió a seducir el Señor con su entrega en su pasión y su cruz de moto tan potente que aun hoy sigue cautivando y muchos se implican en el hágase para seguirlo todo entero. 

Programación Pastoral 2021-2022