Ciclo A

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO XIX DEL T. ORDINARIO (ciclo A). 13 de agosto de 2023

1Re 19,9-13: “¡El Señor va a pasar!”.

Sal 84: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Rm 9,1-5: Siento una pena y un dolor incesante por el bien de mis hermanos.

Mt 14,22-33: “Mándame ir hacia ti andando sobre el agua”.

 

La gente no solo comió, sin que se sació. El Maestro no solo apareció como quien obró el milagro del pan para todos, sino que se presentó como un auténtico anfitrión, donde la sala del banquete era un pedazo de la creación (es el Hijo del soberano Creador), el alimento es lo que proporciona esa casa multiplicado por la gracia del Altísimo, y donde Él mismo despide a la gente, al modo de los grandes banquetes entre los judíos, incluidos los de bodas. Una vez a solas, hasta apartado de sus discípulos, a los que pide que se adelanten en barca a la otra orilla, Jesús va a saciarse del otro pan, el que brota de su relación con Dios Padre. Comieron ellos hasta saciarse, se alimentó Él del amor divino, en la intimidad trinitaria.

Luego alcanzó a sus amigos de la barca mostrando su poder sobre los elementos. Lo hizo sencillamente caminando sobre el agua, más ligero que el mar. El viento contrario y las olas que provocaba dificultaban la travesía de la barca; la hacían como más pesada sobre las aguas. Su aparición les asustó, pero Pedro, bien para sobreponerse al miedo, por un empuje natural a lo arriesgado, por bravuconería, por confirmación de su confianza en el Señor o por todo un poco, pide un reto para sí directamente al Maestro: caminar sobre las aguas.

Toma él la iniciativa mandando que le mande y el Señor accede sin problema, sencillamente. La sencillez de Cristo va a contrastar pronto con la complicación de Pedro: si hay fe se puede. Pero en Pedro la fe no prevaleció, sino todo lo otro que podía hacer sospechar sobre la insuficiencia de la fe. ¿De no haber habido viento contrario ni olas hostiles ni noche habría creído Pedro sin problema y caminado sobre el mar de una forma natural? Las cosas no vinieron así, sino complicadas, hasta desviar la atención de Pedro hasta ahora centrado en el Señor. La preocupación superó a la confianza. Percibió más poderosos a los elementos embravecidos que su Maestro. Tal vez puede resumirse la enseñanza del pasaje en una lucha de poderes: ¿Realmente Cristo puede en nosotros? ¿En qué poderes confiamos?

A Jesús no le parecieron claros los motivos de Pedro para dudar: “¿Por qué has dudado?”. Vientos y olas son tan poca cosa en comparación con la misericordia divina que, con una inocencia asombrosa, el Maestro no entiende cómo Pedro pudo darle más crédito a aquello que a su Señor.

Por último brota el reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios entre los discípulos de la barca, que se postran ante Él. ¿Por su soberanía sobre los elementos? ¿Por caminar sobre las aguas? ¿Por calmar la tempestad? ¿Por hacer que un hombre pueda andar sobre la superficie del mar sin hundirse? ¿Por su determinación para salvarnos cuando nos hundimos, como hizo con Pedro? Quizás por todo y más. Pero este episodio no sellaría de modo definitivo su fe en Él. Sabemos que llegarían acontecimientos donde, de nuevo, la fe se vería comprometida: cuando las olas de la muerte engulleron al Maestro y no dejaron resquicio para dudar siquiera si realmente tendría poder sobre ella.

El paso por este trance, el de la experiencia de la muerte en cualquier de sus ramales, es decir, del sufrimiento, la percepción de la fragilidad y pequeñez propia, el vértigo por el sinsentido… se antoja necesario para la confianza en Dios, casi como en una proporción matemática: a más conciencia de la precariedad y pobreza propias, más certeza en la misericordia divina. Sin persecución ni sentido de derrota ni desánimo hasta desearse la muerte, ¿habría podido Elías discernir la presencia de Dios en la brisa más allá del vendaval y el terremoto y el fuego. Su sufrimiento fecundo lo hizo más sensible al paso divino, con discreción y modestia de brisa.

Aún les faltaba a los discípulos probar la amargura de la Cruz de su Señor y recibir el Espíritu santo para comprender la delicadeza divina y su presencia fiel más poderosa que la muerte y sus secuaces. 

Programación Pastoral 2021-2022