DOMINGO IV DE CUARESMA (ciclo A). LAETARE. DÍA DEL SEMINARIO. 19 de marzo de 2023

1Sam 16,1b.6-7.10-13a: No nos sentaremos a la mesa mientras no llegue.

Sal 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.

Ef 5,8-14: Cristo será tu luz.

Jn 9,1.6-9.13-17.34-38: “Creo, Señor”. Y se postró ante Él.

El proyecto telescópico James Webb nos está ofreciendo imágenes maravillosas de nuestro universo, revelándonos estrellas lejanísimas, agujeros negros, galaxias y rebaños de estas. Los ojos pueden alcanzar, gracias a la tecnología, lo que solo conocíamos de oídas por las fórmulas matemáticas de la física. Y más descubrimientos para nuestra vista en el mundo microscópico o penetrando en las entrañas de los seres mediante los rayos X u ofreciendo reconocer la realidad por la noche con cámaras nocturnas o perceptores visuales términos. El potencial de nuestros ojos se dispara con tantos avances y todo ello por hacernos accesibles su luz.

            ¿Con qué instrumental llegaremos a ver lo más denso y definitivo de la vida, de lo que es, de su sentido? El encuentro del hombre ciego de nacimiento con Jesús le trajo la vista. Pasó de la oscuridad absoluta a la luz, novedad completa para su vida. Cristo emula los gestos del alfarero de la creación cuando Dios formó a Adán del polvo de la tierra. El Espíritu irrigó la tierra seca y la hizo susceptible de recibir forma de las manos de Dios. Los ojos secos se hicieron fecundos por la acción del Señor. Pero haría falta camino, un proceso hasta visión completa.

            Lo que vieron Jesús, el Maestro, y el hombre con la vista recién estrenada no lo vieron los demás. Los discípulos adolecían de una perspectiva tradicional de alcance muy limitado: ¿quién pecó, él o sus padres? El sentido de la lesión y la herida no se entiende desde su causa, sino hacia su sanación: para que se manifiesten en él la obras de Dios. Los fariseos, preocupados en el aspecto externo de la religión, no llegan a entender el acto recreador de Dios. Solo Cristo sabe, porque ama, porque quiere el bien integral de toda la persona. Le hace ver al hombre y lo encamina hacia una visión mayor.

            Esta se producirá al final del episodio. La persona sanada en su vista ha reconocido a Jesús como sanador, como profeta, como hijo del hombre y, finalmente, como Señor. Por último se postra ante Él, en un signo que podríamos entender como de adoración, de reconocimiento de su divinidad. Finalmente, resultando escasas las palabras, solo queda arrodillarse frente a Jesús. Llegó el curado a ver más allá de los ojos, a contemplar las maravillas de Dios en su creación y a su Hijo hecho hombre para llevar la creación a su destino último de luz. Para ello tuvo que pasar por el desprecio y la expulsión de la sinagoga, el rechazo y la marginación social. ¿Será el sufrimiento con sentido el acontecimiento luminoso por el que nos permite Cristo acceder a la luz de su visión?

            De todos los hijos de Jesé que pasaron ante Samuel solo el pequeño fue escogido como rey de Israel. La vista le engañó al profeta, que valoraba por apariencias. Dios volvió a escoger al menor, al que apenas contaba. El empequeñecimiento será para nosotros un requisito fundamental para la elección de Dios. Él ya nos ha elegido, pero no podremos llegar a reinar si antes no nos hacemos humildes para dejarlo poner sus manos sobre nosotros y conformarnos de acuerdo con su voluntad, si lo vemos como nuestro pastor y el generoso anfitrión que nos sienta a su mesa.

            La humildad debe ser una característica del que es elegido por Cristo para continuar su obra. Recordando y pidiendo por nuestro Seminario, agradecemos a Dios que siga llamando a jóvenes y regalándonos sacerdotes. Con su oficio de servicio nos acercan a ver al que obra para mostrar las obras maravillosas de Dios. 

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