Is 5,1-7: Esperó de ellos derecho y, ahí tenéis: asesinatos.
Sal 79: La viña del Señor es la casa de Israel.
Fp 4,6-9: Lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mí, ponedlo por obra.
Mt 21,33-43: “Se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”.
Le pesaba al profeta la desgracia de su amigo y sus palabras, afectadas profundamente por lo que le estaba sucediendo a su amigo, brotaron con fuerza de canción. Lo que Dios vivía con su pueblo lo cantaba Isaías; las preocupaciones del profeta eran las de su Señor, y eso que le compungía era la respuesta criminal del pueblo de Israel y la casa de Judá a todos los cuidados y delicadezas prodigadas por su Dios.
Pronunciaba al pueblo con cepa, pámpana y sarmiento; pronunciaba a su Señor como el propietario de la tierra y artífice de un plantel exquisito. La imagen sugería mucho. El majuelo sobresalía entre otros cultivos, porque no pretendía fundamentalmente el alimento para la mesa (como sí el cereal o los frutales) sino que buscaba el vino, la copa para la fiesta. De este modo acentuaba aún más la gratuidad, el don, la celebración gozosa y la elección. Dios se alegraba con su viña, el Pueblo de Israel y Judá, porque era su cultivo predilecto entre todos los otros, entre todos los pueblos de la tierra, y por ello había derramado allí cantidad de dones. A su viña solo le quedaba dejarse hacer beneficiándose de tanto recibido… pero malogró lo que su Señor le había dado con tanto cariño y su fruto fue amargo y desagradecido. El Pueblo hería y destrozaba la viña de Dios en el trato a sus pobres y vulnerables: “Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos”.
Isaías canta la frustración divina con tanta identificación con la causa de Dios que en varios momentos del relato pasa de hablar en tercera persona a la primera persona. Anuncia castigo, la desgracia de la viña. Tal vez así, al perder su esplendor, descubran la belleza del don malversado y vuelvan a Dios, a reconocer que su prosperidad depende del Creador providente amigo del Pueblo.
Y Dios siguió inspirando canciones, suscitando elegías. Ya no quiso voz de profetas, sino a su propio Hijo: la carne de su Predilecto cantaría la misericordia divina y la ingratitud humana ante su Señor. La maldad creció en sobremanera y pasó de homicida a deicida. Empleando la misma imagen, el Maestro no se centra en la viña, sino en los trabajadores. A quienes les dirige la parábola, sumos sacerdotes y ancianos, la metáfora sin duda les era familiar. Ya no denuncia la viña desagradecida, sino los vendimiadores asesinos y ladrones, que no quieren dar cuentas de los frutos de la cosecha y se quieren hacer propietarios de lo que solo debían cuidar, poseedores hasta decidir la muerte del Hijo.
Ajenos aquellos pastores de Israel al encanto de la viña, a su belleza, a la alegría divina, a la delicadeza misericordiosa de Dios que trabaja silenciosamente para que cada vid produzca celebración de acción de gracias y adoración… ¿qué cabría hacer con ellos? Tras el asesinato del Hijo y su Resurrección se vieron alejados de la viña de planta nueva regada con la sangre de Cristo. Pero, ¿qué hará Dios ahora con nosotros, que somos plantío y vendimiador, en esta viña nueva que es la Iglesia? Si al menos tuviésemos la sensibilidad del profeta para ser contagiados por los sentimientos divinos, nos acercaríamos a sus preocupaciones y cantaríamos la desgracia de la injusticia, de las lesiones contra la dignidad humana, de los atentados contra la belleza divina en cada hijo maltratado. Si al menos aprendiéramos de nuestras fragilidades y el momento de pandemia, que casi nos ha nivelado en inseguridad y desprotección a aquellos que viven sin un sistema sanitario suficiente y frecuentemente amenazados por la enfermedad o la epidemia.
Que aprendamos a cantar lo que ocupa el corazón de Dios (solo accesible para sus amigos), lo que le duele en tantas personas despreciadas o quienes no le conocen, y no a entretenernos en sentimientos narcisistas de belleza caduca que se desinteresan por su viña y su fruto.