Jr 23,1-6: ¡Ay de los pastores…!
Sal 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.
Ef 2,13-18: Reconcilió con Dios a los dos pueblos.
Mc 6,30-34: …Y se pudo a enseñarles con calma.
¡Cuánto le duelen los pastores a Dios! Un día le dolieron y no han dejado de dolerle hasta hoy. Comenzaron a dolerle cuando suscitó en medio del rebaño siervos con servicio sobre diez y cien y mil. Cuando quiso que su gobierno, su enseñanza y su fiesta se acercase al pueblo por amigos que gobernaran, enseñaran y festejaran en su Nombre. Sin embargo pronto usurparon el Nombre de Dios para actuar en su nombre propio. ¡Tanto seduce apropiarse de lo que no es suyo cuando se concede algún poder! Pero no solo olvidaron el Nombre de Dios, sino que lo hicieron olvidar a los demás. Bajo el nombre de pastor están los reyes, profetas y sacerdotes a los que se les dio responsabilidad; le forma singular se le aplicó al monarca, al que desde el destierro se asoció con la imagen de un pastor. A este tiempo parece que podría referirse también el salmo 22. ¡Cuánto le dolieron a Dios las equivocaciones de sus pastores!, porque con sus falsedades, mintieron a todo el pueblo y le causaron extravío.
Dos signos para reconocer a un rebaño sin pastor, o con pastor falso: sus ovejas se encuentran disgregadas, y andan sin orientación, a la deriva. Lo primero es falta de comunión y de conciencia de comunidad, lo segundo ausencia de rumbo y, por tanto de camino. De estos dos males se derivan muchos otros: disputa, enemistad, falta de alimento y agua, enfermedad… La grey de Dios necesita vivir en asamblea
El destierro a Babilonia, episodio en el que se enmarca el pasaje del profeta Jeremías de este domingo, alude a esa dispersión. Fueron los monarcas ineptos, pastores malvados, los que llevaron al pueblo a la ruina de la sumisión y la deportación. Dios se queja de aquellos pastores y anuncia por boca de Jeremías que será Él mismo quien congregue de nuevo a su rebaño y suscitará un pastor que cumpla fielmente con su responsabilidad. Y no solo pastor, sino también salvador, bajo cuyo cayado y vara Israel no temerá y prosperará. La sucesión de nuevos reyes distantes a esta promesa en épocas posteriores fue alimentando en el pueblo la esperanza en el cumplimiento de aquel anuncio que encontraría plenitud en Jesucristo, Buen Pastor.
El evangelista Marcos nos presenta a Jesús como aquel pastor de la profecía. Sus apóstoles no dejan de ser aún aprendices y regresan de la misión que les ha encomendado (en el evangelio del domingo pasado) con el entusiasmo del éxito del trabajo nuevo bien hecho. No solo manda a la labor Jesús, sino que también les procura el descanso a sus obreros, para lo que busca retirarse con ellos a un lugar solitario y tranquilo. Aquí aparecen en escena las personas de este rebaño israelita, que acuden a ellos con distintas necesidades, tantos y tanto que apenas les dejan comer. La solicitud por atender lo que estas personas precisan rivaliza con la necesidad de descanso y alimento. Pero esta tensión se resuelve cuando, desembarcando en el lugar donde esperaban encontrar soledad, ya se poblado había de gente que se les habían adelantado buscando sus atenciones. Es el momento en el que, renunciando al descanso, Jesús los atiende conmovido por verlos “como ovejas sin pastor”. Las prisas por descansar se convierten en calma para la enseñanza.
Se ve aquí a una multitud procedente de muchos lugares que convergen en el mismo sitio, donde han encontrado una referencia y un vínculo común: a Jesucristo, un nuevo pastor, un pastor de verdad. Las diferencias se olvidan, las hostilidades se disipan, porque en Él se halla sosiego y paz, alimento y bebida, camino y meta. La intranquilidad provocada por la desorientación y los malos tratos de los malos pastores provoca con facilidad la agresividad en las ovejas del rebaño. Las distancias quedan superadas en Cristo; los judíos y los gentiles, de los que habla san Pablo en esta carta a los efesios, son reconciliados en este pastor de cruz y resurrección.
Dios sigue requiriendo hoy pastores en los distintos ámbitos donde quiere precisar ayuda humana de responsabilidad sobre otras personas y en esto somos todos un poquito pastores para los demás, y algunos algo más. El Maestro indiscutible de pastores es Cristo, el único Pastor, referencia de los aprendices de pastores. ¡Cuánto tiene que alegrarse Dios por cada pastor que atiende con cuidado a sus ovejas, que son suyas, no del pastor! Porque cumpliendo con su trabajo ellas estarán más contentas y vivirán más cercana la justicia y la misericordia de Dios.