Nm 6,22-27: El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz.
Sal 66: Que Dios tenga piedad y nos bendiga.
Gal 4,4-7: Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley.
Lc 2,16-21: María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Cuando hay que encontrar algo en casa, mejor preguntarle a la madre. Si la búsqueda se trata de algo de uno mismo, también es recomendable acudir a ella, que conoce con minuciosidad de observador permanente y entregado en el amor lo que ya iniciábamos de niño y, en mucho, se ratifica cuando adultos. La madre guarda memoria de lo que somos, donde prevalece la palabra amor y pueden contarnos desde nuestros primeros llantos hasta la ocasión en que comenzamos a pronunciar, a caminar o nos salimos de casa a explorar el mundo.
Contaría María a su hijo Jesús lo del edicto del César para el empadronamiento, su viaje a Belén, la dificultad para encontrar sitio en la posada, la visita de los pastores que llegaron corriendo al portal… Ante la celeridad de los acontecimientos que transcurren deprisa y nos van marcando y configurando, la que guarda lo que sucede en su corazón puede meditarlo para encontrar un significado hondo y global sobre lo que ocurre. Eso da a entender la expresión que relaciona Lucas con María de que conservaba las cosas que sucedían y las meditaba en su corazón.
El mundo con sus prisas y María recogiendo lo que escucha y ve, dejando que macere en su interior para que Dios le enseñe a conocer. De este modo se ejercita la sabiduría, aprendiendo a discernir y entender en su globalidad, desde la mirada de Dios. Al vivir los acontecimientos como piezas inconexas nos encontramos con una realidad fragmentaria. Experiencias, hechos, trabajos, relaciones… corren el riesgo de vivirse en el momento y ser olvidadas. No dejarán de tener huella en nosotros, pero la meditación de todo esto permite acoger el tiempo y nuestra historia de otro modo, con más provecho y más luz para saber hacia dónde vamos, en qué tendremos que esmerarnos, cómo estamos creciendo… En todo ello, qué nos está diciendo Dios.
La costumbre antigua entre los judíos de que los padres bendijesen a los hijos con algún tipo de signo externo no es frecuente entre nosotros; lo que no implica que deje de ser necesaria y que, de algún modo, esté presente en los hogares. Uno de los gestos consistía en posar las manos abiertas sobre la cabeza del que recibía la bendición. Los padres ofrecen su protección y su incondicionalidad, y esa forma de contemplar el tiempo con todo lo que trae consigo. La experiencia de la maternidad y los años lo hacen posible.
Celebrando hoy la solemnidad de María Madre de Dios, miramos a María como la que le dio al Verbo la carne, y cuidó esa carne para que aprendiera el tiempo de Dios. Al tiempo que enseñaba, María aprendía. En esta celebración de la octava de la Navidad también la circuncisión del Niño Jesús, a los ocho días como pedía la Ley judía, y la Jornada Mundial por la Paz. Cuando nos precipitamos los hombres desde el egoísmo, la ira, el resentimiento, herimos el tiempo con decisiones convulsas y violentas, afectando a otras personas y a veces con gravedad. María enseña a acoger lo que sucede, llevarlo al corazón y que allí Dios ilumine y haga florecer la bendición.
Comienza la NAVIDAD y con ella las tradiciones interparroquiales:
Se adjuntan algunas fotos:
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