Is 9, 1-3. 5-6: Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado.
Sal 95, 1-2a. 2b-3. 11-12. 13: Hoy nos ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Tit2, 11-14: La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado.
Lucas2, 1-14: Encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Tras el momento de la adoración y el anuncio del mensaje desde el lugar de nacimiento ya solo se distinguen espaldas. A la vuelta del portal todos volvieron a lo de antes: los ángeles a sus alturas, los pastores a sus rebaños, quienes no dieron posada siguieron tan cerrados a la hospitalidad. Cuando los demás regresaron a lo de antes, María y José siguieron igual de desplazados por el empadronamiento del César, igual de pobres, igual de creyentes en Dios. Solo una novedad para los ojos: el pesebre lleno de niño en vez de paja y María y José con Hijo de Dios a su recaudo, sin experiencia de padres, aunque sí de Dios. ¿Solo les valió a ellos el cambio, solo ellos pudieron celebrar al Niño Salvador? ¿Qué quedó en el portalico de Belén tras aquel momento santo?
Que digan los ángeles: Si podrán seguir alabando a Dios sin alabar también la carne humana que tomó el mismo Hijo de Dios. Si podrán mirar al ser humano con desprecio, con indiferencia, con aburrimiento, cuando su mismo Dios y Creador ha amado, ha preferido la carne humana y se ha hecho hombre. Que digan si de alguna manera se les podrá ocurrir considerar que la torpeza, la limitación, la duda, la equivocación de este ser hecho de barro no merece el mayor aplauso, y la mejor de las bendiciones… porque Dios la ha escogido para hacerse hombre. Que digan si cuando brote de sus labios el nombre de Dios, no pronunciarán a continuación el del hombre; cuando pronuncien el del hombre no podrán contener la alegría. Que digan y que no dejen de decirnos, para recordarnos y que ninguno de nosotros olvide la hermosura, la grandeza, el amor derramado en esta condición humana, la nuestra.
Que digan los pastores: Si la vuelta a sus ovejas a sus oficios no es emprendida con una alegría contagiosa. Si ahora la noche no les es menos oscura y el día más luminoso. Si no esperan tan ansiosamente la madrugada, porque todo les resulta claridad. Si la oveja no les parece ahora más mansa, y el queso más delicioso. Que digan si las quejas que otras veces asomaban por las incomodidades de su vida, su condición, su pobreza, el rigor de su trabajo son sustituidas por oraciones de acción de gracias y alabanzas al Señor. Que digan si la paja que comen sus animales no les recuerda al lecho del Niño Dios y al trigo que sostuvieron y al pan sabroso que luego sería aquel mismo Niño. Que digan para recordarnos que toda realidad queda transformada por la luz de este Niño
Que digan María y José: si no les ha nacido el César más Augusto que sabe cada uno de nuestros nombres, e incluso el número de nuestros cabellos, porque nos ama hasta hacerse Él mismo Nombre humano. Que digan si sostener aquel Niño, no es abrazar al mismo cielo, y acariciar la misericordia de Dios. Que digan si no es el proyecto que Dios les propuso, la más exquisita de las paternidades. Que nos digan, para recordarnos, que el Niño de Belén es el Hijo de Dios encarnado.
Que diga el Niño: si no siente el frío de la noche, el calor de los pañales, el arrullo de sus padres, el rigor de la escarcha, el miedo ante lo que no conoce… que diga si aún no sabe decir con sus palabras, si no es por la entrañable misericordia de nuestro Dios, que nos ama hasta sentir con nosotros, en nuestra misma carne. Que nos diga para recordarnos cuánto nos quiere, cuántos nos ama, cuánto se ha implicado en nuestra salvación, que todo sentimiento tuyo es también suyo, que todo sufrimiento tuyo es también suyo, que toda misericordia suya es también tuya. Cuánto le merece la pena cada una de nuestras vidas… hasta nacer en Belén y morir luego en Jerusalén y resucitar después para la eternidad.
¿Y qué tendremos que decir nosotros tras celebrar este prodigioso acontecimiento? Cuando regresemos a lo cotidiano dando las espaldas al portal, ¿qué diremos? ¿Otra Navidad que pasa, otra fiesta más, otro suspiro antes de volver al trabajo de todos los días, otra tregua en las fatigas, otro motivo para reunirnos? Que nos recuerden ángeles, pastores, José y María y el mismo Niño y todo aquel que volvió de Belén con el corazón ensanchado de esperanza y amor, que Dios ha nacido para salvarnos. ¿Algo de lo nuestro podrá permanecer igual que antes?