Is 43,16-21: Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?
Sal 125: El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.
Fp 3,8-14: Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Jn 8,1-11: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.
Quien la hace, la paga y, de ese modo, se garantiza la seguridad de una comunidad, la seguridad jurídica. Una fuerte agresión al matrimonio, como una infidelidad, puede desestabilizar la estructura familiar y generar unas consecuencias de largo alcance sobre el otro cónyuge, los hijos, los parientes en general. Fallando la familia, la sociedad está abocada al colapso. Una protección para evitar las amenazas contra el grupo familiar está en la previsión de sanciones lo suficientemente graves, como para alejar de la cabeza del infractor la intención de delinquir. Castigando el adulterio con la muerte del culpable, se reducen las posibilidades cometerlo, al menos por miedo a la sanción que le viene aneja, que no es pequeña.
A mayor delito, mayor pena. Y, sin embargo, la mujer adúltera del evangelio sale ilesa tras su falta. ¿Hasta qué punto aquellos judíos de la ley tenían capacidad para la lapidación de la mujer? Seguramente no mucha. La autoridad romana se arrogaba en exclusiva el derecho para la pena de muerte. No obstante, no es improbable que hubiera linchamientos públicos, difícilmente controlables y los romanos hiciesen la vista gorda. La intervención de los escribas y fariseos, llevando la mujer hasta el templo bastaría para meterle en miedo en el cuerpo hasta los tuétanos. Un quebrantamiento tan flagrante y grave de la ley merecía la ejecución de la sentencia, dictada por Moisés. Parece que a aquellos judíos les interesa más que el delito de la mujer, el delito en el que pudiera incurrir el Maestro. Él enseñaba en el templo a una gran multitud y le colocan delante de sí la escusa para ponerlo en evidencia ante el pueblo que lo escucha atentamente. En ese momento estarían muy pendientes de la resolución del episodio. ¿De parte de quién se pondría Jesús, el Nazareno?
¿Cómo limitar con sanciones a un corazón? Más difícil aún, ¿cómo castigar a un corazón enamorado? Con mayor amor aún. Si un amor embargaba su vida, otro, que no busca ningún provecho propio, la libera con el reconocimiento de su dignidad y su belleza. Es una de las más importantes claves para la educación, desde niño hasta ancianísimo.
El que ha sido testigo de este amor, que se lo digan, por ejemplo, a Pablo, todo lo demás le parecerá basura, vacuidad, escoria. El amor es siempre novedad y la realidad de Cristo viene a enseñarnos lo que eternamente ha vivido y ha ejercido Dios en su diálogo trinitario. A más reconocimiento de la propia debilidad y pecado, más capacidad de recibir el amor de Dios. Las sanciones humanas se quedan lejos, por lo general, de un movimiento de entrañas hacia otra dirección; pero tampoco sus halagos y caricias. Tal vez aquella mujer fue tras una apariencia de amor a un hombre, mientras los judíos que la condenaban caminaban tras una apariencia de amor a Dios. El que pone verdad y realidad en amor a uno y a otro es el Maestro, enseñando a que nadie se revista con autoridad de juez, por compartir la misma condición pecadora; ejerciendo la misericordia del Padre, del que Él es Hijo y Palabra y rostro.
A más consciencia de indigencia de amor, más facilidad para dejarse amar por el amor verdadero, el que hace nuevas todas las cosas, el que rejuvenece y comunica esperanza hacia una belleza cada vez más semejante a la divina.