Sb 11,22-12,2: A todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida.
Sal 144: Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
2Te 1,11-2,2: Que Jesús nuestro Señor sea vuestra gloria.
Lc 19,1-10: También este es hijo de Abrahán.
Un amanecer no era igual a otro en Jericó. La ciudad siete veces milenaria se despertaba con novedad cada alborada. Unos comerciantes de Siria, unos mercaderes de Egipto, mercancías exóticas de Persia… Personas y objetos suscitaban el interés de los habitantes de Jericó, un rico lugar, oasis en medio del desierto de Judea, con una importante posición estratégica y paso obligado para muchos comerciantes y sus cargamentos. Con siete mil años de curiosidades pasando por sus calles, todavía se podía esperar algo interesante cada día. Aquel día el Maestro de Nazaret atrajo el interés de los ciudadanos de Jericó y un gran gentío lo acompañaba mientras atravesaba la ciudad.
La muchedumbre de curiosos esperaría con diferente expectativa. Unos palabras de sabio, otros algún hecho prodigioso, otros contemplar con sus propios ojos a aquel maestro polémico, causa de contradicción, e incluso esperando algún rifirrafe con un fariseo. Hubo uno cuyo interés superó a todos los demás. No solo esperaba ver y oír, sino que lo necesitaba. Mientras atravesaba la ciudad aquella novedad de Galilea acompañado por muchos curiosos, Zaqueo salió a buscarlo y, no pudiendo encontrarse con Él, buscó el modo de llegar a verlo.
La motivación de Zaqueo es diferente porque arranca de una percepción de carencia. Era consciente que necesitaba algo diferente, profundo, radical, porque interpretaría una inquietud interior de insatisfacción, o incluso de vacío, que le movió al encuentro con Jesús. Al igual que sus paisanos, habría escuchado a hablar del Nazareno, pero, a diferencia de ellos, no se conformó con satisfacer una curiosidad, sino que tuvo un encuentro con Él. Aunque, ciertamente, fuese más probable que su curiosidad movida por el inconformismo interno, fuese el impulso para que finalmente Jesús quisiera ir más allá, como no lo hizo con ninguno de los otros que acudieron a verlo. La curiosidad del indigente por Jesucristo es convertida por Él en un momento para alojarse en su casa.
La presencia del maestro en casa de Zaqueo provoca un cambio importante en su vida. Al menos inicialmente, por lo que expresa, supone una gran alegría. Tal vez dio con lo que estaba buscando y, de modo contrario a como lo habría estado haciendo anteriormente, priorizó la vida de los demás a su propio beneficio; de hecho, se priorizó a sí mismo sobre sus expectativas de ganancias, porque habría entendido que aquella generosidad con los pobres y la pretensión de justicia con quien posiblemente no fue justo le facilitarían la alegría y la paz del corazón. Este cambio tendría una repercusión social notable en Jericó. No sabemos si llegó a hacerlo, pero, por lo pronto, el hospedaje de Jesús en su hogar fue motivo de cambio, porque seguramente fue motivo de gran alegría interna.
Los que se habían acercado curiosos a ver a Jesús, siguieron curioseando sobre su actuación con Zaqueo, sacando sus propias conclusiones; las de aquellos que no han llegado a descubrir sus propias carencias y tensiones internas, de sus contradicciones y pecados, para buscar a Cristo y descubrir la misericordia de Dios. Murmuraban, porque no sacaron partido a la visita del Maestro y no quisieron aprender de lo había hecho con Zaqueo.
Si les bastó a ellos arrimarse a Jesús para verlo, escucharlo, satisfacer su curiosidad y volver a sus casas sin que cambiase nada, no así a Zaqueo. Ni tampoco habría de bastarnos a nosotros. Él no pasa cercano para entretenernos, procurarnos una centella de ilusión, resolver nuestros problemas o rellenar lagunas afectivas, sino que viene para dejarse encontrar y quedarse en nuestra casa, para causar una revisión seria de vida y provocar un cambio radical o una reforma necesaria. Ha llegado para quedarse en nuestro hogar y que esto provoque vida en nosotros y trabajo para la vida de las demás personas para la cuales debemos buscar su justicia.