Ciclo B

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO VI DE PASCUA (ciclo C). 25 de mayo de 2025

 

     Hch 15, 1-2. 22-29: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las           indispensables”.

    Salmo 66: Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Ap 21, 10-14. 22-23: La gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero.

Jn 14, 23-29: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”.

Unos pies pequeños de paso corto e inexperto que quieren hacer camino sin trastabillarse ni sufrir caídas constantes, con seguridad y resolución, deberán hacer amistad con un gigante para que, agarrándose a él, pueda avanzar con aplomo y firmeza. Todo el que no sea caminante solitario busca su gigante, con un peso descomunal, conformado por muchas personas, historias, batallas; no andará junto a él con un caminar grácil y ligero, pero sí seguro y compartido, y también tendrá que arriesgarse a posibles caídas desastrosas.

¿Quién le diría a la tierna y pequeñísima Iglesia de los tiempos apostólicos que alcanzaría dimensiones gigantescas? Increíble el patrimonio de personas, historia, cultura, instituciones recabado en esta historia bimilenaria. Y comenzaron como un pequeño grupo entusiasta con el único tesoro de la certeza de la Resurrección de su Maestro y alentados por el Espíritu Santo. Esto es en esencia lo que sostiene a la Iglesia primitiva y actual, menuda y diminuta antes y enorme e inabarcable ahora. Pero cuyo valor reside en ese mismo Espíritu, el de siempre, el que le da el peso de la autoridad, la credibilidad y la verdad.

Cristo anuncia esta Iglesia en su despedida a los discípulos como recoge Juan en el Evangelio. Sus cimientos y razón de ser se encuentran en la Trinidad: el Padre habla con palabras de vida eterna para llevarnos a Él y su Palabra es el Hijo que, hecho carne, es para nosotros el Camino, la Verdad y la Vida. Y el Espíritu es el que enseña y recuerda. La Palabra que parte de Dios y llega a nosotros por el Hijo en forma de siembra, ha de germinar y crecer y dar fruto. Esto lo provoca el Espíritu, que actualiza a cada momento la Palabra para nutrirnos y vincularnos más a Dios y entre nosotros. Por eso el Espíritu es maestro y también agente de la memoria, porque la Palabra pasa continuamente por el corazón para hacer allí morada y que la vida del creyente sea configurada conforme a lo que ha recibido, ha creído, ha acogido como propio. Dios hace así morada en nosotros. Y de este modo avanza la Iglesia haciendo progresar a los cristianos.

En las ocasiones en las que se le ha dado más importancia a la Iglesia por su tamaño, riquezas, éxitos que a la presencia en ella de la Trinidad, ha sufrido grandes perjuicios y escándalo entre los hombres. Su propósito no puede ser protegerse a sí misma, sino cuidar de aquello que la mantiene viva y es la razón de su existencia como servidora del género humano hacia el encuentro completo con Dios. También en la época apostólica se encontró la Iglesia, poco después de su nacimiento, con facciones que pretendían atarla a ritos que restringían el movimiento del Espíritu. Las tradiciones pueden ofrecer una falsa seguridad, si no revisadas desde el mismo viento del Espíritu Santo.

El Apocalipsis nos ofrece una visión majestuosa de la Nueva Jerusalén, que es símbolo de la misma Iglesia, destacando su belleza con las imágenes de las piedras preciosas que la conforman. Estos materiales son, en realidad, las gracias divinas que se derraman sobre los hombres por los que son hechos semejantes a Dios. El hombre embellecido por el Espíritu es capaz de hacer cosas bellas, a través fundamentalmente de su vida, pero también en instituciones, ritos e instrumentos para la alabanza de la Trinidad y, cuidando el equilibro y armonía, no debe descuidar adorar al Señor y celebrar la liturgia y toda dirección hacia Dios con delicadeza, cuidado, elegancia: bellamente.

La despedida de Jesús advierte del final de una etapa en el camino y la apertura de una nueva. La primera concluye muerte y resurrección y la segunda comienza con el envío del Espíritu Santo y el parto de la Iglesia. Esta es la Iglesia que, desde entonces, busca hacer familia fraterna dejando que el Padre diga, el Hijo pronuncie y el Espíritu Santo haga germinar todo lo que Dios ha vertido sobre nosotros. En ella nuestro camino será cierto y seguro, aunque a veces camine con la torpeza con la que se mueven los gigantes y a nosotros nos inquiete la impaciencia que agita a los inexpertos en el camino.