Is 45,1.4-6: Te impongo la insignia, aunque no me conozcas.
Sal 95,1-10: Aclamad la gloria y el poder del Señor.
1Te,1-5b: Recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo.
Mt 22,15-21: ¿Es lícito pagar impuesto al César o no?
Los césares echan sus cuentas: unas veces para favorecer a sus súbditos, otras para favorecerse a sí mismos y a los cercanos. Todo el que comparta un poco el oficio de césar, en lo pequeño o en lo grande, tendrá que echar también sus cuentas. Y esta contabilidad de los césares, la ejercen sobre algo de fuera, y que no es suyo sino de otros, que a lluvia de denario particular llenan unas arcas que el mismo césar, que pidió el dinero como impuesto, ha de administrar.
¿Y qué tiene que decir la fe cristiana al césar? Al que hace bueno: “¡Bravo!”, al que hace malo: “¡Injusticia!”. Porque hay para nosotros otro más César, que busca el bien de todos sin excepciones y da el criterio para elegir lo bueno y desechar lo malo.
Este pasaje y más en concreto, esta frase lapidaria: “Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, ha sido interpretada de diferentes formas a lo largo de la historia. Hay que evitar simplificaciones: no parece que quiera decir que la política no se meta en cuestiones religiosas ni la religión en cuestiones políticas sin más, pues un Estado ha de velar por la libertad religiosa de sus ciudadanos y la religión debe ayudar a la democracia e inspirar decisiones políticas. Puede mirarse desde otra consideración.
Ciro, rey de los persas, desconocedor del Dios de los judíos, se convierte en mensajero suyo, trayéndoles la libertad de Babilonia. El gobernante que vela por su pueblo, se convierte en un mediador de la ayuda divina. Pero cuando aquella autoridad no trabaja por el bien de quienes tiene bajo su responsabilidad, Dios sigue acompañando y ayudando, aunque la injusticia del jefe se lo dificulte. La moneda, con la efigie del César grabada, indicaba su origen, el Estado; pero toda persona, incluidos los césares, tienen acuñados en su corazón la imagen de Dios vivo, lo que indica igualmente su origen, pero también su meta: la semejanza divina. La marca en la moneda permanece inmutable, la huella de Dios en el ser humano ha de crecer en la medida en que se le da a Dios lo que es de Dios. Y Dios pide oración por los césares, ayuda en el desempeño de sus tareas y obediencia a sus leyes, a no ser que estas sean incompatibles con la obediencia al Señor. En ese caso habrá que dialogar mostrando la postura cristiana, trabajar desde los cauces de convivencia y reglas políticas establecidas y, si se da el caso, presentar una clara oposición.
El lema del Domund de esta campaña, que invita a la valentía para la misión, ha de llevarse a cada espacio de nuestra vida, donde hemos de hacer verdadera misión, comunicando nuestra experiencia de fe y la victoria de nuestro Señor Jesucristo sobre el pecado y la muerte. Este domingo la Iglesia nos invita a mirar centrándonos en los lugares donde el mensaje del Señor ha llegado de modo muy escaso o ni siquiera ha llegado, para pedir porque la imagen de Dios acuñada en nuestro corazón sea reconocida por todos, para ayudar económicamente para facilitar esta tarea. Que la consciencia y el cuidado de la huella de las manos divinas en nuestro ser nos haga valientes para vivir cristianamente y colaborar con todas las instituciones en el progreso de los pueblos, para que cada persona resplandezca como imagen de su Señor, el que está más alto que los césares, el sabe más que cualquier César, el único César.