Ciclo A

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO XXX T. ORDINARIO (ciclo A). 29 de octubre de 2023

Ex 22,20-26: “Si los explotas y ellos gritan a mí yo los escucharé”.

Sal 17: Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.

1Te 1,5-10: Seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la Palabra entre tanta lucha con alegría del Espíritu Santo.

Mt 22,34-40: “Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas”.

 

¿Hasta dónde es sutil el oído de Dios? Tiene finura, nos dice el libro del Éxodo para escuchar el grito de extranjeros, huérfanos y viudas, los tres grandes grupos de vulnerables abocados a la pobreza en la antigüedad (y aun hoy). Por extensión en estos colectivos se abrazan todos los desvalidos y los más expuestos a abusos. Precisamente el grito brota mayormente del sufrimiento a consecuencia de las injusticias de otros más fuertes. ¿Y qué consiguen estos fuertes imponiendo su superioridad? Dinero, poder, autocomplacencia. El dominio sobre otros tiene el extraño atractivo de los sentimientos de grandeza y fuerza; algo espiritualmente enfermizo, pero muy frecuente. El estruendo del abuso produce un espejismo que enmascara la cruda verdad de la injusticia y apaga la voz del que la sufre.

               Pero el oído de Dios es fino y escucha a sus hijos descartados, anulados, acallados. De otro modo, la maldad prevalecería, dándole primacía a la fuerza y el poder humanos, tal como sucede en la lucha de las especies naturales por la supervivencia. Bien puede entenderse con un fenómeno “natural”. Así transigiríamos también nosotros, equiparándonos al mundo animal y vegetal, adaptándonos con mayor o menor resignación a esta dinámica. Sin embargo, la fe cristiana nos habla de nuestra imagen y semejanza con relación a Dios, del cariño del Creador hacia nosotros para hacernos partícipes de su propia condición divina. De lo alto nos vienen otras fortalezas que proporcionan a la vida humana una cualidad muy superior a su condición natural, un poder que reside, no el dominio de unos sobre otros, sino en el cuidado mutuo para ejercitar el mismo amor de Dios por cada uno. De modo contrario a como sucede en algunos ámbitos de relaciones humanas deshumanizadas, es el más frágil, el más débil, el predilecto divino y hacia quien espera un trato preferente que visibilice el mismo amor que Dios le tiene, pero de parte de los cercanos, de los próximos.

               El sistema religioso judío, la Ley y los Profetas, como si se tratase de un edificio, se sostiene sobre dos columnas irremplazables: el amor a Dios y el amor al prójimo. Los dos preceptos, reconocibles en dos lugares diferentes de las Sagradas Escrituras, son recogidos por el Maestro y cosidos para reconocer fácilmente al uno en el otro o entender que, consecuentemente, el otro lleva al uno, y ambos, que en ningún caso pueden llegar a oponerse, esclarecen la Palabra de Dios como principio y fundamento.

               Fácilmente se distingue el olvido de Dios y la indiferencia ante el sufrimiento de las demás personas en los atropellos de derechos, donde se atenta contra la dignidad y la libertad de las personas, en grandes cifras (como guerras, hambrunas, esclavitud) o en su reproducción en miniatura, pero con similares principios. La sutileza auditiva ha de practicarse una y otra vez. Es un ejercicio del amor. Porque ha de ayudarnos, conscientes de ser hijos de Dios, a tomar partido por las causas de los hermanos donde son maltratados, minusvalorados, utilizados.

               Un oído atento y receptivo lleva a un corazón enternecido al modo divino y rebelde a todo cuanto atente contra los hijos de Dios. Los niños enternecen, más cuanto más pequeños; también los ancianos, aunque menos. No tanto los inmigrantes o los pobres. Poco los transeúntes y prácticamente nada los que padecen adicciones. Hay enfermos de enfermedades donde la solidaridad está servida, mientras que de otras hay olvido o aversión. Y todos ellos, peregrinos en la fragilidad son igualmente amados por el mismo Dios que conoce sus nombres.

El amor a Dios empuja a la práctica del amor al prójimo, que costará, pero enseña a vencer las barreras de nuestras propias miserias que limitan la capacidad de nuestro oído y, por tanto, la maravillosa tarea de escuchar al mundo en su belleza y complejidad y no a nosotros y nuestras preferencias. Es un crecimiento constante; tanto que cualquier progreso se nos quedará corto, teniendo como meta la altura divina, desde donde se escuchan a todos, buenos y malos, pecadores y santos, y no se busca otra cosa más que amarlos para su salvación. 

Programación Pastoral 2021-2022