Ciclo A

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO XXVII T. ORDINARIO (ciclo A). 8 de octubre de 2023

Is 5,1-7: Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña.

Sal 79: La viña del Señor es la casa de Israel.

Fp 4,6-9: La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones.

Mt 21,33-43: “¿Qué hará con aquellos labradores?”.

 

Una parcela de terreno invita a soñar. Si es en la ciudad, para construir una casa; si es en el campo, para destinarlo al cultivo. Las expectativas que se generan invitan a formar una historia sobre el proyecto y lo que se podrá conseguir con él, una historia que arranca con una fuerte ilusión y espera el final feliz. Pero no siempre las historias tienen el desenlace deseado, por muy prometedor que sea su inicio.

Había una vez un propietario de un campo y quiso que diera frutos, para ello plantó una viña y dispuso todo lo necesario para recoger la cosecha. Les dejó a unos trabajadores el encargo de cuidar el plantío hasta la vendimia y darle cuentas de lo vendimiado. Sin embargo, contra todo pronóstico y sorprendiendo a propios y extraños, estos trabajadores quisieron arrebatar la propiedad de la viña a su legítimo dueño. No solo no recibieron a los enviados del señor, sino que los maltrataron, mataron a muchos de ellos y ni siquiera respetaron la vida de su hijo, cuando lo envió pensando que lo respetarían por ser quien era.

El desenlace de la historia, horrible, incita a considerar que mucho mejor que el propietario se hubiese quedado con su terreno tal cual, sin cultivar. Toda la ilusión y el esfuerzo implicados solo habían traído desgracias. En cualquier proyecto se invierte con riesgo, exponiéndose a pérdidas. Si no hay ganancias ya se considerará una empresa fracasada; si, peor aún, todo son pérdidas, habrá que abandonar cuanto antes.

Y, sin embargo, el dueño de la viña no abandonó, sino que puso su confianza en otros labradores para que hagan el trabajo que se espera de ellos y que los anteriores, a los que les espera un castigo acorde con sus crímenes, no hicieron.

La historia que nos cuenta Isaías pudo inspirar esta parábola de Jesús aunque hay diferencias importantes. Isaías pone el acento en la viña misma, que, a pesar de ser tan bien cuidada, no da el fruto esperado. Parece que se refiere a todo el pueblo de Israel, infiel a su Señor. Jesús se fija en los trabajadores, que no cumplen con su deber y se vuelven violentos y homicidas. Parece que hace alusión a quienes dirige la parábola, sumos sacerdotes y ancianos, responsables religiosos del pueblo. En ambos relatos el resultado final a nivel de cosecha es el mismo: el propietario no puede recoger sus frutos, pero existe entre uno y otro una diferencia notable. Mientras el primero se cierra con el desastre, como aparentemente irreversible, la parábola el evangelio queda abierta a la esperanza con el deseo de que sean otros labradores los que se ocupen de la viña.

               A Dios le merece la pena su viña; se arriesga aun cuando el camino hacia los frutos suponga la muerte de su Hijo. Pero su sangre será purificadora para la viña misma y sus trabajadores. La paciencia de Dios es nuestro consuelo, su misericordia nuestra esperanza. Nos ama sin arrepentirse de habernos creado y el amor es la apuesta más firme para esperar con paciencia a nuestra conversión. Esta historia de Dios con nosotros parte del amor y no terminará hasta que triunfe el mismo amor y los frutos recibidos sean frutos de eternidad.  

Programación Pastoral 2021-2022