Sab 12,13.16-19: Tu soberanía universal te hace perdonar a todos.
Sal 85: Tú, Señor, eres bueno y clemente.
Rm 8,26-27: El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad.
Mt 13,24-43: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre.
Cuánto pueden llegar a parecerse el trigo y la cizaña, lo provechoso y lo inútil cuando aún se despliegan tiernos, sin que hayan revelado sus capacidades. Es una estrategia de enemigo sembrar una semilla casi idéntica y provocar confusión en el campo con hierbas malas que tienen apariencia de bueno o incluso de lo mejor.
Conocían los criados el campo y sus cultivos; por eso detectaron pronto la existencia de la cizaña. El campo, generoso o ingenuo, tiene capacidad para albergar todo lo que prospere sujeto a su tierra. El señor de la propiedad solo vertió grano bueno, el que busca multiplicarse para beneficio de todos y da provecho al terreno. ¿Por qué un enemigo y por qué la molestia de fastidiar? Para ejercer la maldad, fue a hurtadillas, en la penumbra y mezclando lo estéril con lo fecundo, con la coartada de la casi imperceptibilidad entre tallos aún no maduros. Su obra fue delatada con el tiempo, cuando la semilla despuntó y se hizo visible el despropósito. El amor de la siembra primera tuvo que convivir con la malicia de la siembra segunda en la misma parcela.
Al propietario y sembrador de lo bueno no le pareció bien poner en riesgo la semilla exquisita por apartar precipitadamente la perniciosa. Había que esperar a la siega. Allí se revelaría el éxito y el fracaso de cada cual. El enemigo sembró la discordia y el caos en el campo bueno, pero al final se revelará el fruto de su maldad.
Solo lo que procede del amor consigue en el campo las mejores cosechas. Pero la parcela que somos nosotros no está exenta de recibir otros granos destinados a ocupar sitio, aprovecharse del lugar y provocar confusión. Quien ha gustado el amor de Dios y ha trabajado por el amor a las otras personas, percibe pronto la inconsistencia de lo que no lleva a amar y busca extirparlo de su vida. El asunto requiere de una mayor precisión cuando se dan apariencias engañosas. Las dimensiones de la finca son limitadas y, por mucho verter semilla en ella no cabe todo, por lo que hay que seleccionar bien la más excelente y, con paciencia y la sabiduría de la experiencia, renunciar a otros granos que, aun buenos, no son los mejores. Solo lo que lleva a amar más perece la pena de nuestra tierra, nuestro tiempo, preocupaciones y la acción del Espíritu sobre ello. Pero aprendemos sobre el mismo terreno, expuestos a inexperiencias y torpezas, iniciándonos en el conocimiento de lo que viene de Dios o no, en la medida en que experimentamos su misericordia, su amor como la soberanía del que es libre para amar incluso lo no amable. Porque su amor paciente es capaz de transformar, incluso, la inútil cizaña en trigo de calidad.