Ciclo B

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO VI PASCUA (ciclo B). 10 de mayo de 2015

 

Hch 10,25-26.34-35.44-48: se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles.

Sal 97,1.2-3ab.3cd-4: El Señor revela a las naciones su salvación.

1Jn 4,7-10: Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.

Jn 15,9-17: “Permaneced en mi amor”.

 

A la hora de dirigirse a la concurrencia con unas palabras, a la hora de entablar conversación con un desconocido, a la hora de corregir una actitud molesta… y a otras muchas horas lo que más cuesta es el primer paso. Una vez dado, lo demás va más fluido. Los reparos aumentan cuando se involucra el afecto y se han enquistado situaciones, como en un rencor recíproco o un silencio inexplicable en una mistad, que no se sabe de dónde vino. Aquí cuesta más ese primer movimiento, con la insana pretensión de que sea el otro el que tome la iniciativa. ¡Qué difícil buscar reparación para el amor herido y hacerlo con mi propio ímpetu!

 

            El remedio viene anticipado por Dios, porque Él nos amó primero y nos capacita para ello en las situaciones más desfavorables. El Evangelio de este domingo pone como protagonista al amor, el que va del Padre al Hijo y del Hijo a nosotros. Dios nos ha amado primero y después y más tarde… Dios no deja de enseñar a amar amándonos.

 

            En los domingos anteriores aparecía el Buen Pastor, con un Cristo compañero y maestro, vigilante y solícito, providencial y promotor de libertad y la Vid con sus sarmientos, como una relación con Dios a la que tenemos que estar unidos, pues en ello nos va la vida y sus frutos. Ahora se evitan las imágenes el Maestro nos habla de amor. La próxima semana celebraremos la Ascensión del Señor. Deja por tanto enseñanza sobre lo fundamental de su ministerio para que se nos quede grabado a fuego en la mente y el corazón. Antes de celebrar su subida al Padre nos ofrece la síntesis, el jugo, la esencia de su Evangelio.

 

Pero, ¿qué significa para nosotros el amor? El contexto confunde porque tal vez nos encontramos en un periodo muy prolijo en utilizar esta palabra y su campo semántico con una significación muy distante de lo que es el verdadero amor. Es habitual la confusión con el sentimiento, que viaja mudable oscilante del todo a la nada y arrastra consigo al amor. Pero esto no es el verdadero amor. No se trata de buscar ahora una definición, sino de alentar a saber, a gustar, a experimentarlo de Dios y compartirlo con las personas. No satisface conocer definiciones sobre lo que es amar, hace falta vivirlo. Para ello Jesucristo nos aporta algunas claves en este Evangelio. Lo primero es mirar la relación entre Dios Padre y su Hijo, cuyo amor nos llega en el Espíritu. Es una satisfacción y un descanso considerar que antes de que yo arranque, Dios lo ha hecho ya muchas veces: antes de que yo perdone, ya lo ha hecho conmigo sin reproche; antes de ser generoso, ya ha dado si vida por mí; antes de me acerque a quien lo necesite, ya lo está acompañando con consuelo. Antes de cada “antes” ya estaba Dios y después de todo final. Por eso basta con mirarlo, con pedirle, con abrirle para que te des cuenta de que ya te estaba mirando, dando y llamando. Siempre tiene la iniciativa en el amor. Contemplar al Padre amando al Hijo y al Hijo al Padre es aprender a amar.

 

Pero el amor es concreto, como los frutos que produce. Precisa perseverancia. Con el “permanecer” que aparece reiterado en el texto nos está indicando una de sus actitudes fundamentales. A pesar de la variabilidad de ánimo, a pesar del mayor o menor entendimiento, a pesar del sacrificio, quien permanece fiel en el amor demuestra un amor de calidad. Más que un sentimiento, aunque no deje de influir, es un acto de la voluntad: “quiero amarte”, para acompañar incluso cuando el sentir interno sea adverso o la actitud de la persona a la que se quiere fría, apática, desagradecida. Exige buscar el bien del otro. Un signo de su presencia en una vida es la alegría en la persona que lo ejerce. Tampoco puede ser un acto voluntarista, propio del siervo, que obedece a lo ordenado sin saber por qué; sino que vivirse en su sentido interno, como un amigo, que cumple el mandato, pero pregunta al amigo que le pide y buscar las razones de lo mandado. De fondo se encuentra la confianza en el amigo.

 

Por último esos frutos, que corresponden a quien ha aprendido mucho del amor del Padre y el Hijo y no retiene, sino que ejerce su función de hijo de Dios llevando afuera el amor vivido en aquella relación, de modo que todo cuanto se le pida al Padre en nombre de Jesús, Él lo concederá. El amor es tan concreto que nadie puede decir que sabe lo que es amar sino no ama a nadie. Al mismo tiempo abre a la universalidad, que es comunión entre todos, criaturas de Dios.

 

            Por último, aludiendo a la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles, la postura inflexible de la Iglesia de origen judío de que todos los gentiles tendrían que pasar primero por las tradiciones judaicas es superada por el Espíritu Santo que propne una apertura muy grande. El amor cambia los raíles bien trazados y lleva adonde no sabemos, pero sí Dios. Porque Él ya estaba antes esperando y después recogiendo. Esta es una clara ventaja con el no creyente o el que cree con muchas deficiencias, que podrá haber buenos frutos en todo caso, pero ¿no será terriblemente difícil perdonar a un enemigo sin tener experiencia de la misericordia de Dios; de sacrificarse por los demás sin mirar a la cruz; de llamar al compañero “hermano” sin consciencia de un Dios Padre?

Programación Pastoral 2021-2022