Ciclo B

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO III T.ORDINARIO (ciclo B). CONVERSIÓN DE SAN PABLO. INFANCIA MISIONERA. 25 de enero de 2015

Sal 24,4-9: Señor, enséñame tus caminos.

1Co 7,29-31: La representación de este mundo se termina.

Mc 1,14-20: “Convertíos y creed en el Evangelio”.


¡¿A Nínive?! ¿A predicar a Nínive? Muchos reparos podía encontrar Jonás para oponerse a la voluntad de Dios que le pedía que predicase en la gran ciudad su destrucción. Era una ciudad corrupta, lejana y la capital de Asiria, el pueblo que arrebató su tierra a Israel, deportando a muchos de sus miembros (antes de los babilonios), con una actividad bélico especialmente violento y criminal. ¿Tendría que ir al epicentro de la hostilidad contra Israel? Jonás intentó escapar, pero la insistencia de Dios (con estancia en el vientre de la ballena incluida) provocó que finalmente Jonás cediese. Y fue; fue a predicar. Este libro didáctico se escribía en un momento en que en el pueblo de Israel aparecía un preocupante germen xenófobo. El contraste entre el protagonista y los ninivitas es muy sugerente. Jonás el creyente judío, el profeta, que sin embargo rehúsa cumplir la voluntad de Dios hasta huir de Él y que solo después de mucha insistencia divina acepta con resignación; Nínive, el pueblo enemigo e infiel, pecador y corrupto, que en cuanto escucha las palabras de Jonás llamando a la conversión, cambia de vida. La tibieza de Jonás (hacían falta tres días para atravesar la ciudad) se encuentra con el entusiasmo de toda una ciudad (un tercio de la predicación requerida les bastó para la conversión de todos). ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nadie indigno del amor de Dios, de su misericordia?

El anuncio de la realidad futura que en Jonás es negativo: habla de destrucción sin no hay conversión, se convierte en positivo en las lecturas del Nuevo Testamento. Pablo habla de una realidad nueva, de mucha más consistencia, pues llama a esta “representación”, y por ello invita a vivir las actividades de este mundo no con indiferencia o con poco interés, sino conscientes de que no son realidades definitivas, porque el mundo preparado por Dios que será la consumación de toda la creación es muy superior a todo eso, que en definitiva es preparación de lo que está por venir. En el pasaje de Marcos también hay anuncio de algo nuevo, Jesucristo lo llama “Reino de Dios”, y lo predica como algo inminente. La llamada a la conversión y a la fe en el Evangelio es el eje de la misión de Jesús, que rubricará con su propia vida. La implicación de la vida propia es fundamental para la acogida del Reino que está llegando; la llamada al Reino es una llamada universal a la conversión.

¿Convertirnos de qué? Azuza tal vez Dios demasiado queriendo en nosotros una santidad que nos resulta inalcanzable. No es así. El cambio abre una puerta hacia esa nueva realidad anunciada por Pablo y que Jesús llama Reino de Dios. La bondad en términos generales, no nos sienta mal, pero se nos queda pequeña, porque hemos sido creados para la santidad. Ser buena persona es aceptable para una meta detenida en este mundo, para el Reino de los cielos es preciso que la santidad de Dios no encuentre oposición en nosotros y su voluntad sea como pan cotidiano en nuestra mesa. Para ello en primer lugar hay que reconocer aquellas faltas en nuestra vida que suponen un frente contra Dios y donde nos descubrimos muy deficientes. La conciencia del mal que provocamos tiene que ver mucho con la concepción que tenemos de Dios. Si es un Dios contable, llevaremos cuentas de lo que nos debe y podremos decir: ¡Ya he cumplido! También llevará cuentas de venganza sobre los que nosotros consideramos malos y pondrá un castigo ejemplar. Si se trata de un Dios dócil y anodino, nos escaparemos de cualquier exigencia y sacrificio con un ¡todo está bien, no pasa nada! Por poner dos posibilidades. No tienen por qué darse estas imágenes tal cual, basta con que algunas de sus semillas permanezcan en nuestro corazón y nuestra mente.

            El Dios de Jesucristo es el Dios de la misericordia. El que ama incondicionalmente y exige cambio; el que perdona en todo momento, pero pide perdón de los que nos ofenden; el que invita a considerar como pasajeras muchas de las cosas a las que le damos excesiva importancia, pero Él antes se ha despojado de su misma vida por amor a nosotros. La medida en que no sentimos el deseo de progresar hacia Dios es la medida para darnos cuenta de que necesitamos una conversión más a fondo.

            Jesucristo eligió a unos trabajadores para seguir trabajando en otro oficio, el de predicadores y vividores del Reino de Dios. Sorprende ese “inmediatamente” con que dejaron sus aperos de pesca Simón y Andrés y luego Santiago y Juan. Quizás estaban deseosos de llamada. Cada cual tiene su tiempo para ese momento singular de cambio, que no tiene por qué ser abrupto o radical, cuando ya se camina en sentido hacia Dios. Interesa mucho estar atentos a las personas y circunstancias que Dios pone en nuestra vida donde hay muchas sugerencias a un seguimiento más a fondo. San Pablo, cuya conversión celebramos hoy, lo recibió cuando más se había radicalizado su postura en contra de los cristianos. A nadie se le puede llamar “condenado”. Y ninguna edad es inoportuna para este seguimiento, por eso, la INFANCIA MISIONERA que celebramos hoy, nos recuerda por una parte la necesidad del anuncio del Reino, del amor de un Dios que nos tiene preparado una meta maravillosa de gloria (que requiere nuestro trabajo en la realidad presente) en muchos lugares de nuestro mundo, en nuestro país y todavía con más urgencia en las tierras donde aún no ha llegado el mensaje de Jesucristo. Y por otra parte, que los niños cristianos se sepan seguidores de Jesús con responsabilidad en anunciar y creer en su Evangelio.  

Programación Pastoral 2021-2022