Ciclo B

Exposición del Santísimo

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  • San Pedro Apóstol

  Todos los JUEVES de 19.30 a 20.30

  • Santa María la Mayor

  Todos los DOMINGOS de 19.00 a 19.30

  • Las Mínimas

  Todas las MAÑANAS de 9.30 a 13.00

Acercate a la Oración

jesus 7502413 1280«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos hoy nuestro pan de cada día, perdónanos nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en tentación”»  

Si quieres orar y estar junto a Jesús lo puedes hacer... 

 Todos los VIERNES a las 20:00 horas.

 En la Parroquia de SANTA MARÍA la Mayor.

DOMINGO XIX DEL T. ORDINARIO (ciclo C). 10 de agosto de 2025

Sab 18,6-9: Tu pueblo esperaba la salvación de los justos.

Sal 32: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

Heb 11,1-2.8-19: La fe es fundamento de lo que se espera.

Lc 12,32-48: “Vuestro padre ha tenido a bien daros el reino”.

 

La fe se fundamenta en una promesa, pero, si cabe, aún más, en la confianza en el que promete. Cuántos habrá visto la historia humana que han prometido y no han cumplido o se quedaron a medias o ni lo intentaron. Las expectativas en conseguir algo deber ser proporcionales a la capacidad del que promete para concederlo y su generosidad; a mayor poder para dar, mayor esperanza en conseguir.

Esta fe no se refiere a la confianza en que con trabajo, habilidad y tiempo se conseguirán una serie de cosas, ni en la expectativa de que algo sucederá porque sí, sino a una realidad que llegará y cuyo cumplimiento excede las capacidades del mundo. Por lo tanto, es propio de un regalo, porque el que promete puede concederlo y quiere concederlo. Si no hay duda con relación al que ofrece y su promesa. ¿Qué pasa con la otra parte? ¿A qué debe comprometerse para recibir lo que se le prometió? ¿Qué contrapartida?

La historia del Pueblo de Israel parte de una promesa de Dios a Abrahán y a su descendencia: venía formulado como una tierra y un pueblo. Paradójicamente la promesa de la tierra es algo que nunca han llegado a tener de forma duradera y estable. Y el mismo pueblo se ha visto esparcido y mezclado con un buen número de pueblos de la tierra. Hay margen para que una promesa se vaya transformando en la medida en que, su destinatario, la va entendiendo e integrando. Y la promesa que arrancaba de Abrahán ha venido cumplida en Jesucristo, donde la tierra es el Reino de los cielos y la descendencia el pueblo de los hijos de Dios más allá de toda raza, condición y nación.

Sería algo unilateral que Dios prometiese y el hombre recibiese sin más. Es precisa la respuesta del hombre a la generosidad divina, porque lo hace libre y también generoso, y esto solo puede hacerlo a lo humano, paulatinamente y en camino. La fe se alimenta de la esperanza en el itinerario. El Maestro lo compara con unos criados de una casa cuya administración les ha entregado su señor. Para fidelidad es imprescindible que el criado no se crea el dueño de la casa, aun en ausencia de su amor; que haga sus tareas, como si el amo estuviera presente; que trate bien a los demás, especialmente si tiene otros criados a sus órdenes; que aguarde a que venga el señor, con la alegría de haber cumplido con el encargo encomendado. La incertidumbre de no saber cuándo vendrá el señor de la casa puede generar desánimo y buscar alternativas más inmediatas a la promesa que parece lejana. Por eso, hay que vivir el tiempo con la convicción de que ya se está realizando la promesa, aunque no completamente; que el Señor sigue con nosotros, aunque tiene que volver con gloria; que el cuidado de la casa causa alegría, porque es nuestra misión y ese mismo hogar en el que trabajamos, adecuado y transfigurado por el dueño de la casa, será morada para siempre.

La liturgia de la Palabra de este domingo provoca a mirar nuestra fe, qué es lo que esperamos de Dios, qué lo que nos ha prometido y en qué medida lo creemos. Si Él es todopoderoso y Padre bueno, ¿no nos habrá hecho la mejor promesa posible? ¿En qué medida lo está cumpliendo? Si alguna vez me ha decepcionado, ¿es que realmente no cumplió con lo prometido? Y nosotros somos promesa para Dios: su éxito es que tengamos vida y no podremos tenerla sino en el reino prometido.

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