Ciclo B

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO XIV DEL T. ORDINARIO (ciclo C). Jornada de responsabilidad en el tráfico. 6 de julio de 2025

Is 66,10-14: “Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz”.

Sal 65: Aclamad al Señor, tierra entera.

Gal 6, 14‑18: Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.

Lc 10, 1‑12. 17‑20: “¡Poneos en camino!”

 

Llegaron los primeros, se unieron los de después y continuaron viniendo más. El Maestro había despertado mucha expectación por lo que decía y hacía, por su persona. De entre tantos unos quisieron aprender más de cerca y escucharlo con más asiduidad; estos eran sus discípulos. No sabemos cuántos en total, pero parece que fueron muchos. Al menos tenemos una cifra: setenta y dos, aquellos a los que mandó a los lugares adonde pensaba ir Él, por delante, para que anunciasen que el Reino estaba cerca.

Hasta llegar a Jesús, entendiendo caminos diferentes en cada caso, cada discípulo haría su esfuerzo, renunciaría a cosas, tendría que reprogramar su jornada. Una vez encontrada esa comunidad centrada en Dios Padre a través del Maestro, poco más quedaría por hacer, sino seguir las indicaciones del Nazareno sin separarse de Él ni del grupo que habían formado. La alegría por haber encontrado la comunidad donde compartir con otros y una figura de referencia como guía parece ser una meta que satisfaga la sed espiritual y de crecimiento personal.

Sin embargo, el Maestro impide que ser cierre el grupo enviándolo a una misión. El Reino para cuya predicación ha sido enviado, no se sostiene sobre grupos de fieles clausurados. Él llama a la salida, a la misión, como el mismo Padre lo ha llamado a Él a salir y hacerse carne y vivir entre pecadores para dar su vida por todos. El imperativo hace mover a un servicio hacia fuera: “¡Poneos en camino!”. Antes pide oración: “Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. El discípulo de Cristo vive el discipulado para sí y para una misión que ha de transmitir el Reino, la soberanía de Dios sobre todo y todos. La aventura hacia el territorio desconocido, inseguro que puede resultar hostil pertenece al ser del cristiano, que ha de vivir y dar testimonio de su fe en sus ámbitos vitales como la familia, el trabajo, el tiempo libre, los espacios culturales, de vida pública, de política y proyección social. No puede quedarse para sí la alegría del Evangelio y ha de beber constantemente de la fuente que es Cristo. Como los setenta y dos fueron enviados del Señor y volvieron a Él, porque en Él está el descanso y el sentido de la misión, del mismo modo los cristianos han de ser hoy amigos del Verbo y trabajadores hacia donde él mande con su Espíritu.

Jerusalén se alegraba del anuncio de la prosperidad de su comunidad y san Pablo se gloriaba en la Cruz de Cristo como en nada más. El poder de Dios se manifestará allí donde se haga presente su amor manifestado en Cristo muerto y resucitado. La Cruz ha de ser llevada por cada cristiano como signo de la victoria del Señor sobre el pecado y la muerte, como señal de la esperanza para el ser humano, pecador y desorientado. Pero la misión solo la puede dirigir Cristo; si no, podremos emprender lo que no se nos ha pedido, y lanzarnos heroicamente hacia unas empresas donde podrá haber valentía, pero no mandato del Padre, no santidad.

“¡Poneos en camino!” es la proclamación de que la vida cristiana ha de moverse por el Espíritu y llevar el anuncio del Reino consigo, hasta donde el Padre diga.