Ciclo B

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO V DEL T.ORDINARIO (ciclo C). 6 de abril de 2025

Is 43,16-21: “Mirad que realizo algo nuevo”.

Sal 125: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres

Fp 3,8-14: Por Él lo perdí todo.

Jn 8,1-11: Anda y en adelante no peques más.

 

Las primeras palabras que pronuncia Dios en el libro del Génesis: “Hágase la luz” dejan iluminado el universo para la eternidad. Lo siguiente va de nuestra parte: ¿Hacia dónde dirigir nuestros ojos? ¿Cómo recibir esa luz para que nos sea realmente provechosa?

Lo que pasó tiene la capacidad de atraer nuestra mirada y cautivarla, pero abocándonos a dos peligros: la nostalgia de las cosas pasadas, idealizando lo que ya no es, amarrándonos a unos tiempos presumiblemente mejores e intentando replicarlos en este momento; por otra parte, la culpabilidad por las acciones u omisiones que miramos con desagrado y nos paraliza, como si ya no hubiera posibilidad de redención. El profeta Isaías invita a mirar hacia atrás, pero no para detenernos en ello, sino aprender la luz de Dios en los acontecimientos e interpretar el tiempo presente, como un momento donde el Señor está actuando y todo lo hace nuevo. Si Dios liberó a su Pueblo de la esclavitud, vamos a confiar en Él.

Y aprendamos también de la enseñanza de Dios que ilumina; acerquémonos a la mirada de Jesús para que, no solo sepamos de la luz, sino que realmente nos dejemos iluminar por ella.

El evangelio de Juan nos muestra a Jesús en el Monte de los Olivos, lugar donde se solía retirar a orar. Es allí donde dirige su mirada al Padre en el diálogo entrañable donde escucha y dice. Lo primero para Él: que sus ojos quedan llenos del Padre. Luego, se acercará al templo, a unos veinte minutos de camino a pie para enseñar, para que aprendan a mirar hacia la luz de Dios. No solo enseña de palabra, sino que también enseñará obrando. Cuando unos judíos le llevan a la mujer sorprendida en adulterio, estos la están mirando por encima del hombro. En sus miradas se delata superioridad moral, altanería hacia ella. Y en ella, hacia el mismo Jesús, al que quieren poner a prueba con su pregunta. Extraña que el Maestro se incline y se ponga a jugar con su dedo en la tierra. Con ello provoca que las miradas de todos se fijen en lo que está haciendo y esa la tierra que tocan sus dedos; está conduciendo los ojos de los presentes a la misma materia de la que estamos hechos todos: ellos, la mujer, Él mismo.

Solo teniendo esa doble referencia, hacia el cielo, hacia el suelo: hacia el perdón y la misericordia divina, hacia la fragilidad humana, podemos, por una parte, mirar a Dios y sabernos amados y perdonados, al mismo tiempo que avergonzados por nuestros pecados, y, por otra, mirar a los demás al mismo nivel, sin juzgar, reconociendo en sus debilidades, si las hubiera, las mías propias, las de todos, que las hay y muchas.

Cristo abre una puerta nueva a aquella mujer. Nadie la ha condenado, ni tenían autoridad para hacerlo, Él tampoco la condena. Le ofrece esperanza. Lo pasado no puede atar a la persona, sino servir para afrontar el presente con nueva luz.

Qué bien lo entendió Pablo y qué cerca se sentirá de él quien haya descubierto el tesoro de la misericordia divina para llegar a considera lo demás pérdida y basura. Qué diferente nuestra mirada cuando vivimos esto en Cristo y cómo la luz de Dios penetra más allá de nuestros ojos hasta iluminar nuestro corazón y ver esclarecidos como de ninguna otra forma se puede ver.

Programación Pastoral 2021-2022