Ciclo B

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO XXVIII T. ORDINARIO (ciclo B). 13 de octubre de 2024

Sab 7,7-11: En sus manos había riquezas incontables.

Sal 89: Sácianos de tu misericordia.

Heb 4,12-13: No hay criatura que escape a la Palabra de Dios.

Mc 10,17-30: ¿Qué haré para heredar la vida eterna?

 

Llegó corriendo y se fue de allí lentamente, muy lentamente. Se entienden las prisas: quería heredar la vida eterna. También se comprende la pesadumbre: era demasiado lo que se le pedía, más demasiado que la misma vida eterna por la que se había echado a la carrera. Entre un ritmo y otro, entre el galope y el paso arrastrado, hubo un espacio de detenimiento para preguntarle al Maestro, escuchar de Él y actuar conforme a lo escuchado.

No son infrecuentes en nosotros esos cambios de velocidad. Algo nos suscita entusiasmo y hacemos lo posible para tenerlo enseguida. En la mayoría de los casos, cuando lo conseguimos, se desvanece la ilusión y puede que, incluso, nos olvidemos de ello. Parece como si se despertase un enorme apetito que aviva nuestra actividad y luego, con el plato delante, ya no tenemos hambre. Resulta extraño.

¿Cómo va de deprisa la sabiduría? Tan deprisa (o tan despacio) como Dios en nuestras vidas. Por amistad con el rey David, Dios quiso regalarle a su hijo y sucesor, el rey Salomón, lo que quisiese. Prefirió entre todo la sabiduría y Dios, por haber escogido tan bien, le dio además riquezas, poder y fama. Esta historia está de fondo en el Libro de la Sabiduría, donde ella, la Sabiduría, aparece con rasgos personales, como si se tratase de una persona. La tradición cristiana identificó la Sabiduría con Jesucristo; encontraban facilitada esta asociación en la medida en que ya en libros del Antiguo Testamento, como este, viene descrita al modo de alguien divino y no solo como don o cualidad. En este sentido podría decirse que la sabiduría, la capacidad para discernir lo bueno de lo malo, de apreciar la profundidad de la vida y su sentido, depende del trato personal con el Hijo de Dios, que es la Sabiduría, por quien fueron creadas todas las cosas y que llevan su huella: la marca del Salvador.

Las prisas no garantizan el buen resultado, ni la parsimonia proporciona la prudencia; es el encuentro con Jesucristo el que nos permite exponerle nuestras ideas y expectativas, para luego escuchar de Él y poder reflexionar, meditar, ahondar en su Palabra. Esta Palabra que, como dice la Carta a los hebreos, penetra hasta lo más hondo de la intimidad, donde se tocan los afectos y los pensamientos. Qué bonito el entusiasmo de aquel hombre por tener una vida honesta, conforme a los mandamientos; qué alegría verlo correr hacia Jesús, queriendo encontrar en Él la respuesta a lo que, seguramente, era una inquietud interna que le pedía ir a más. Todo lo había hecho fenomenal hasta el momento, hasta que en el encuentro con Cristo le pidió su todo, quedarse con nada para llegar a una amistad íntima con Jesús, siguiéndolo. Renunció entonces a la sabiduría, porque su decisión fue precipitada, parece que no dejó tiempo suficiente para discernir y contrastar lo que buscaba, la vida eterna, y lo que para ello tenía que perder.

Al tiempo que nos aceleremos cuando encontramos algo que nos gusta al alcance de nuestra mano, también huimos acelerados si topamos con algo que nos disgusta o complica. Quien no tiene, no teme perder, pero sí puede aspirar a ganar. No es que el rico tuviese demasiadas riquezas, sino demasiado amor a sus pertenencias, y este amor tiró de él para apartarlo de lo que el Señor, le pedía, que era apartarlo de Él.

También es cierto que eran justificables las riquezas (y muchos pensaban así en tiempo de Jesús) como una recompensa de lo Alto a una vida piadosa y fiel a Dios. Por tanto, no solo se le pedía renunciar a unos bienes, sino también a un modo de comprender su religión. En ocasiones hay que desmontar para volver a construir. Podría haber dado un salto ejemplar, tras conocer a Jesús y escucharlo, mostrando que su verdadera riqueza era Dios; sin embargo se contuvo y, decepcionado, “se marchó triste, porque era muy rico”.

El Señor detiene nuestro paso acelerado que busca encontrar confirmación a todo, gratificación a nuestras expectativas y acelera el paso de quien lo ralentiza, pesaroso por tener que comprometerse, implicar la vida, renunciar. En medio, Él, la Sabiduría, que nos aguarda para escucharlo y que lo escuchemos, y que obremos conforme a lo que nos está pidiendo. 

Programación Pastoral 2021-2022