Ciclo B

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO II DE CUARESMA (ciclo B). 25 de febrero 2024

Gn 22,1-18: “Ahora sé que temes a Dios”.

Sal 115: Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Rom 8,31-34: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?

Mc 9,2-10: Discutían que querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos”.

 

Las vistas que ofrece un lugar con una buena elevación sobre el entorno son apetecibles. Difícilmente se puede encontrar una mirada panorámica tan completa como desde lo alto. Su posición invita a contemplar sencillamente y aguzar el oído para percibir los sonidos allá en la altura.

Sube el maestro con tres discípulos y una invitación implícita: “Dejad que se llenen vuestro ojos de horizonte”. Las vistas las pone Jesús en sí mismo. Despliega ante la mirada atónita de ellos la luz de las Escrituras esclareciendo la Ley y los profetas, dando consistencia y cumbre a la Palabra de Dios pronunciada desde antiguo. Conversa con Moisés y Elías; los tres discípulos contemplan y escuchan.

Palabra y luz ocupan el protagonismo de la escena; unos hablan y otros escuchan, uno ilumina y los otros quedan iluminados. Cuando se pasa la luz más intensa, ¿qué deja más allá del instante? Quizás aquí puede discernirse entre luz y luz, una que pasa sin alimentar apenas y otra que se filtró hacia el interior, haciendo más peritos nuestros ojos para ver la realidad. La iluminación que nos llega con el torrente de información por medio de tantas luces de pantallas promueve ojos pasivos que se dejan hacer recibiendo y generan apetito de más estímulo. La luz del Señor primero es recibida, pero causa un ardor interno, primero para ver el mundo y la historia de otro modo, luego para ser portadores de ella. Se recibe para dar, nos convierte en actores importantes de lo que sucede, porque nos acerca a la fuente de luz de la historia, la resurrección de Cristo.

Desde esta claridad miramos hacia un lado y hacia otro, la primera lectura y la segunda. Vemos a dos padres y el sacrificio de su hijo único. El acceso a la luz de Cristo pasa por la densidad de la oscuridad, donde o nos dejamos llevar por el Espíritu de Dios, o no querremos ir. Aquí se manifiesta la fe, la que mostró Abraham, a la que nos invita el Padre. La confianza en Dios y en su promesa fue mayor que el instinto paterno y el deseo de posteridad en la descendencia. La fe fue su luz; penetrando por las tinieblas del sacrificio inesperado llegó a la claridad de Dios en el que confió. El pilar de nuestra fe se encuentra en la entrega que hizo el Padre de su Hijo en la cruz. Si Dios nos ama tanto, ¿cómo no confiar en que Él quiere lo mejor para nosotros y la fe nos alumbra en nuestro camino?

Como Abraham tras la Palabra de Promesa de Dios, más aún como Pedro y Santiago y Juan tras los pasos de Jesús, que no rechacemos avanzar por donde nos lleva Dios, aunque esté a oscuras, para acceder a la luz de la misericordia, invisible para quienes se han resistido con miedo a dejarse guiar por el Espíritu hacia donde no sabían, porque era de noche. 

Programación Pastoral 2021-2022