| Evangelio del Día  | 
            
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                            | Lunes 23 Marzo 2020 | por Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. | Accesos : 577 |  | 
            
                | Lectura del libro de Isaías 65, 17-21 Esto dice el Señor: «Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: de las cosas pasadasni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento. Regocijaos, alegraos por siempre por lo que voy a crear:
 yo creo a Jerusalén “alegría”, y a su pueblo, “júbilo”.
 Me alegraré por Jerusalén y me regocijaré con mi pueblo,
 ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido; ya no habrá allí niño
 que dure pocos días: ni adulto que no colme sus años,
 pues será joven quien muera a los cien años, y quien no los alcance se tendrá por maldito.
 Construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán los frutos».
 SalmoTe ensalzaré, Señor, porque me has librado
 Lectura del santo evangelio según san Juan 4, 43-54 En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había atestiguado:«Un profeta no es estimado en su propia patria».
 Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
 Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.
 Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
 Jesús le dijo:
 «Si no veis signos y prodigios, no creéis».
 El funcionario insiste:
 «Señor, baja antes de que se muera mi niño».
 Jesús le contesta:
 «Anda, tu hijo vive».
 El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron:
 «Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre».
 El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
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