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Lectura de la carta del apóstol Santiago 1, 19-27
Tened esto presente, mis queridos hermanos: que toda persona sea p
ronta para escuchar, lenta para hablar y lenta a la ira, pues la ira del ho
mbre no produce la justicia que Dios quiere.
Por eso, desechad
toda inmundicia y la carga del mal que os sobra y acoged con docilidad esa
palabra, que ha sido injertada en vosotros y es capaz de salvar vuestras vi
das.
Poned en práctica la palabra y no os contentéis con oírla,
engañándoos a vosotros mismos. Porque quien oye la palabra y no la pone en
práctica, ese se parece al hombre que se miraba la cara en un espejo y, ap
enas se miraba, daba media vuelta y se olvidaba de cómo era. Pero el que se
concentra en la ley perfecta, la de la libertad, y permanece en ella, no c
omo oyente olvidadizo, sino poniéndola en práctica, ese será dichoso al pra
cticarla.
Si alguien se cree religioso y no refrena su lengua,
sino que se engaña a sí mismo, su religiosidad está vacía.
Salmo
¿Quién puede habitar en
tu monte santo, Señor?
Lectura del santo evangelio se gún san Marcos 8, 22-26
En aquel tiempo, Jesús y sus
discípulos llegaron a Betsaida. Y le trajeron a un ciego pidiéndole
que lo tocase.
Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, l
e untó saliva en lo ojos, le impuso las manos y le preguntó:«¿
Ves algo?».
Levantando los ojos dijo:
«Veo hombres;
me parecen árboles, pero andan».
Le puso otra vez las manos en
los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad.Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.