Ciclo B

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO II T.ORDINARIO (ciclo B). 18 de enero de 2015

1Sm 3,3b-10.19: “Aquí estoy, vengo porque me has llamado”.

Sal 39,2.4.7-10: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

1Co 6,13c-15a.17-20: ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?

Jn 1,35-42: ¿Qué buscáis?

No es lo suyo la discreción, se yergue protagonista para dar protagonismo a otros, se adelanta para pasar sobre él como sobre ascuas y aterrizar en algo de mayor importancia. La obra del dedo que señala no se completa en sí mismo, sino en aquello hacia lo que indica; cumple el sencillo servicio de señalar a otro que no es él.

También los dedos que señalan algo grande tienen sus enemistades, generalmente otros dedos que trabajan para el despiste. ¿Quién va a llamar a un niño? ¿Quién en la oscuridad de la noche?  ¡Demasiado niño, demasiado nocturno, demasiado inoportuno…! Una llamada, dos llamadas, tres llamadas… y todas pronunciando su nombre: “¡Samuel!”. Hasta la tercera no supo el sacerdote Elí. Ni por sabio, ni por anciano ni por sacerdote; no supo que era Dios el que llamaba al niño Samuel. Cuando entendió indicó con su dedo hacia otro sitio, hacia la Palabra de Dios que buscaba una respuesta. Una madre, Ana, había entregado a su hijo unigénito para consagrarlo a Dios. Samuel creció destetado entre sacerdotes en el templo de Dios en Siló. Sabía el anciano sacerdote Elí que no era su hijo, sino de Ana; Ana sabía que no era suyo, sino de Dios y a Dios volvía. Hoy habría dedos en otras muchas direcciones menos en la correcta: es “mi” hijo, es “mi” futuro, es “mi vida. La llamada solo obtiene respuesta cuando no nos apropiamos de lo que no nos corresponde, ni siquiera de la vida, que viene de Dios y ha de ser ofrecida a Él. Para reconocer el paso de Dios e indicar hacia Él hay que saber de Dios; el trato de amistad con el Señor facilita que el dedo se estire sin complejos indicando hacia el lugar oportuno. ¡Si al menos tuviéramos cada uno un Elí, hombre de Dios, para indicarnos hacia Dios!

Otro dedo índice que señala a Dios: “el cuerpo”. Nuevo juego de despiste: “mis sentimientos”, “mis necesidades”, “mis placeres”… Todos indicando de forma laberíntica hacia el ombligo, centro geográfico del mismo cuerpo; centro, pero nada más que en la geografía. Su centro verdadero está en Dios, que fue quien lo creó y a Él indica. Indica hacia el Padre y se encuentra con el Hijo, con un cuerpo radiante de resurrección, que es la gloria, el culmen de nuestro propio cuerpo; y el Hijo señala hacia nosotros, cuya vida es la gloria de Dios. Valorando el don de la vida de Dios en nuestro cuerpo y agradeciéndolo, nos hace respetuosos, protectores y promotores de todo cuerpo, templo del Espíritu de Dios, llamado, vocacionado, para hacerse todo de Dios sin perder en nada su identidad.

Un último índice, desde las lecturas de este domingo: el de Juan el Bautista. Dedo para los que buscan la verdad, y la justicia, y la sabiduría y la misericordia. Apunta a Jesucristo, con la convicción de quien lo ha experimentado antes. No hay dedo eficaz si no hay discípulos dispuestos a la aventura. Pasan de un maestro conocido, a otro desconocido; pero se fían. Otro nuevo Elí, aún más audaz, que se significa solo con protagonismo de dedo y deja a otro el papel principal. Cumplió su función y desapareció. La chispa de un dedo sabio, con la sabiduría de los amigos de Dios, les llevó a la fuente de la luz y se quedaron con Él. La llamada prendió dejándoles huella hasta grabar en su memoria el momento con precisión: “hacia las cuatro de la tarde”. Es el recuerdo de quien interpreta su vida, tal vez ya anciano, después del seguimiento de Cristo y hace evaluación de su camino. ¿Mereció la pena? “Las cuatro de la tarde” delata una memoria, que perezosa para conservar las malas experiencias, pone detalle en aquello que le trajo más felicidad.

No habrá “cuatro de la tarde”, momento singular y de cimiento, para los que no se sintieron llamados más que a disfrutar del instante. Hambrientos de fugacidades, no tendrán historia, sino fragmentos repentinos sin conexión ni continuidad, marchitos para la plenitud. La respuesta a Dios, a la llamada: la vocación, florece en una historia de sentido, porque se injerta en la misma historia de Dios preparada para mí, que es la historia de la salvación. Todos tenemos nuestra “cuatro de la tarde” en la que Dios nos llamó y sigue llamando para la vida más plena.

Programación Pastoral 2021-2022