Ciclo B

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS. DOMINGO 9 DE JUNIO DE 2019

Hch 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas.

Sal 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

1Co 12,3b-7.12-13: Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.
Jn 20,19-23: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Quien promete contrae una deuda. Jesús quedó endeudado con una promesa hecha a sus discípulos y cumplió con lo prometido. Tantas cosas anunciadas durante su vida: la relación con Dios como Padre, la instauración del Reino de los cielos, la elevación de los pequeños y el abajamiento de los soberbios y poderosos, consuelo para los indefensos y justicia sobre la tierra, habían de resolverse en el envío del Espíritu Santo. ¿Se quedó corto al suscitar tantas expectativas y conceder solo este Espíritu?

                En cierto modo podría decirse que sí: se quedó corto para que nosotros alargásemos. La vida de Jesucristo en la carne es un éxito del Espíritu Santo. La unión del Padre y del Hijo desde la eternidad está obrada por el Espíritu Santo. La humanidad de Cristo recibió la gloria en la Resurrección gracias al Espíritu y toda carne humana habrá de recibir la misma gloria por la acción del Espíritu. Dios no exime de responsabilidades; el Espíritu Santo es la garantía del protagonismo humano en la Salvación de la mano de Dios, en una cooperación bilateral, mejor aún, en un estado fraterno-filial.

                El envío del Espíritu está asociado al día de Pentecostés en los Hechos de Lucas y a las apariciones del resucitado en Juan. En este evangelio, donde Jesús se presenta con saludo de paz, se vincula la concesión del Espíritu Santo con el poder de perdonar los pecados y retenerlos. Este poder que los judíos atribuían solo a Dios, y así es, muestra que este Espíritu produce divinización en los hombres. Los capacita con atribuciones divinas; una auténtica revolución humana: quedamos habilitados para la renovación personal y, desde ahí, para la transformación de toda estructura humana. No es intranscendente que el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, aparezca con el perdón. El que causó la resurrección de Cristo de entre los muertos, puede curar toda herida y nos habilita para dejarnos curar. La oposición a este perdón posibilitado por el Espíritu es fuente de guerras, agresiones, rencores, resentimientos, conflictos…

                En el Libro de los Hechos el Espíritu se hace presente con una fuerza luminosa y capaz de hacer prender el mundo entero, representado en las llamaradas de fuego. Y aquella primera comunidad cristiana, la Iglesia naciente, es habilitada también para la misión, para que nadie quede sin conocer a Jesucristo. Las disensiones originadas en Babel por la confusión de idiomas cuando el hombre quiso llegar hasta el cielo sin Dios, es superada por una pluralidad de procedencias y lenguas que dejan de ser una barrera o un medio de división y se convierten en vehículo para la alabanza divina, inteligible para los buscadores de Dios. El rechazo del Espíritu produce rencor y división; su aceptación, perdón y unidad en el Señor.

                Todo esto ha quedado encomendado a la Iglesia. El nuevo Pueblo de Dios no puede renunciar a estas dos tareas vitales para la renovación del universo. Como instrumento de salvación, ha de preocuparse porque nadie desconozca que Jesucristo es Señor, Hijo del Padre, y celebrar el misterio de la muerte y resurrección de Cristo en los sacramentos, y custodiar y explicar su Palabra, y acercarse con esmero a quienes sufren y denunciar las injusticias. A ella convergen razas, pueblos, naciones, edades… porque en ella ha comenzado ya la nueva humanidad, la humanidad divinizada, la victoria de la Resurrección y la misericordia.

                Lo que prometió Cristo, nos lo ha dado. En el Bautismo hicimos también promesas que hemos ido incumpliendo. Que el Dios no deje de enviarnos su Espíritu para que no deje de renovarnos e iluminarnos.

Programación Pastoral 2021-2022